Romerismo, traición y voto electrónico

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Un sector bastante definido del activismo progubernamental en las redes sociales intenta hacer creer a los menos informados que todo aquel que exprese sus dudas o su convicción de que el voto electrónico es una herramienta tramposa, habla en nombre del senador Juan Carlos Romero, comulga con él o pertenece a lo que se llama (cada vez con menos precisión) «el romerismo».

Como se trata de gente recién llegada de otros países limítrofes (que no son Salta), convendría aclararles dos cosas fundamentales:

La primera, que el voto electrónico fue en su momento bendecido expresamente por Romero y sus aliados.

La segunda, que el primer romerista que parió esta generosa tierra fue Juan Manuel Urtubey.

Ocurre que Romero, una vez que se sintió perjudicado por el mismo voto electrónico que él contribuyó a implantar con su silencio cómplice, salió a negar que fuera una herramienta buena, pero, sobre todo, salió a quitar cualquier legitimidad a las elecciones. Esta es la razón por la cual muchos no creen en la sinceridad de sus cuestionamientos.

Pero ocurrió también (y esto fue en 2007) que Urtubey se sintió olvidado y preterido por Romero. Es decir, que al igual que Romero con el voto electrónico, también Urtubey abjuró de sus posiciones pasadas por un mero oportunismo electoral.

El actual Gobernador de Salta manda a sus activistas en Twitter a tachar de romeristas a todo aquel que se oponga al voto electrónico, olvidando que él fue romerista y que no enmendó a tiempo este pecado cuando el sultanato, bajo el disfraz del progreso, arrasó con la poca cohesión social que había en Salta.

Urtubey no tiene derecho a meter en una misma bolsa a todos los que no creen en su juguete mágico y, sobre todo, a aquellos que sin tener el más mínimo interés personal o político en las elecciones de Salta, opinan desde diversos lugares del mundo que el voto electrónico salteño es un verdadero peligro para las libertades públicas y la democracia.

Son muchísimas y muy autorizadas las voces que denuncian estos peligros. Resulta absurdo pensar que el romerismo haya logrado comprarlos a todos.

Más razonable es pensar que Urtubey es más romerista que todos ellos y que da igual que él diga lo contrario, porque sus acciones de todos los días demuestran que la obsesión de poder que lo impulsa, el sesgo cuasifascista de sus políticas populistas y clientelares y el deseo de enriquecerse y perpetuarse en el poder son calcados a los de Romero, a quien no solo desea imitar, sino incluso emular en la medida de lo posible.

Y por más que Urtubey patalee y abjure hoy de Menem y de las políticas neoliberales de los años 90, nadie le quitará al actual Gobernador de Salta el mérito personal (que no es poco) de haber acompañado como fiel escudero a su tío Julio Mera Figueroa como primera figura del menemismo, en los comienzos de aquella etapa de «antipatria», como él ahora la denomina.