El que hace trampas en la Legislatura también puede hacerlas en las urnas

La vergonzosa elección de los representantes de la Cámara de Diputados de Salta en el Consejo de la Magistratura pone de relieve hasta qué punto la oligarquía lugareña enquistada en el gobierno es capaz de recurrir al ardid y al engaño para dominar todos los resortes del poder.

Pasando por alto el mandato constitucional que obliga a que el órgano de selección de jueces y magistrados esté integrado por, al menos, un representante de la oposición política-parlamentaria, la Cámara de Diputados ha vuelto a aplicar la receta que tan buenos réditos le ha dado en otras instituciones (como la Auditoría General de la Provincia) y que consiste, nada menos, en considerar «oposición» a los diputados más visceralmente oficialistas.

El truco es viejo como el andar a pie. Los diputados que apoyan al gobierno se distribuyen en diferentes partidos instrumentales (Frente Plural, Partido para la Victoria) y cuando les conviene se consideran todos ellos integrantes del mismo «proyecto», y cuando les conviene también se llaman sí mismos «minorías».

A veces -como sucedió anteayer- para terminar de darle forma a estas falsas minorías es necesario practicar un pequeño ajuste en la conformación de los bloques políticos. Pero si los candidatos saltan de partido en partido, ¿por qué no habrían de hacerlo también los diputados?

Republicanismo, de la boca para afuera

Lo más hilarante de esta situación es que los diputados que perpetraron este atraco a la legalidad constitucional luego se llenan la boca hablando de «república», de «división de poderes» y de respeto a la sacrosanta «institucionalidad». Son los mismos.

Estos señores son tan inteligentes que cuando advierten que la Constitución prohibe conceder la suma del poder público a un solo ciudadano o a una elite, ellos piensan que la Constitución solo impide la «suma» pero no la «multiplicación» del poder público. Es una cuestión aritmética, más que jurídica o moral, sostienen.

El repúblico Urtubey seguirá controlando estrechamente los tres poderes del Estado, sin que para lograr este loable propósito le importe un comino lo que diga la Constitución.

Sus alfiles se han movido en la dirección correcta: la de la trampa.

Y, teniendo en cuenta que qui potest plus, potest minus, ni a estos alfiles ni a su jefe, auténticos tahúres del Mississippi, les temblará el pulso para alterar los resultados de las elecciones.