
Pero no solo eso. Las falsas víctimas también se disfrazan para intentar mantener oculta su responsabilidad en las grandes calamidades de la humanidad, como las persecuciones y los genocidios. Ya no se trata de confundir acerca de quién es la verdadera víctima, sino de disimular la condición de victimarios.
Con el tiempo, las falsas víctimas persiguen también los beneficios, ventajas, gratificaciones o recompensas psicológicas, sociales o jurídicas de que gozan las víctimas verdaderas. Y suelen ser muy enfáticos y combativos -mucho más que las víctimas reales- a la hora de defender su falsa condición.
La humanidad está en cierto modo acostumbrada a convivir con estos oportunistas, falsificadores de la memoria. A menudo la memoria real es insuficiente para denunciar su enorme falta moral.
El golpe militar que hace hoy exactamente 39 años acabó con el desastroso (aunque legal) gobierno de Isabel Perón, fue aplaudido y sostenido por una importante cantidad de civiles. ¿Qué ha sido de ellos? ¿Es posible que todos sean hoy demócratas de pro?
No hace falta ser un experto para darse cuenta que el grupo social e ideológico que en marzo de 1976 apuntaló el golpe militar y justificó sus atropellos contra el peronismo, la sociedad civil y los derechos fundamentales de las personas es el mismo que hoy gobierna Salta, y que, curiosamente, lo hace en nombre del peronismo, de la democracia y de los derechos humanos.
Los victimarios se han convertido en víctimas, las falsas víctimas en héroes y las víctimas verdaderas en sospechosas.
Salta es un claro ejemplo de que los 39 años transcurridos entre 1976 y 2015 no han servido para tener una conciencia clara sobre los sucesos que ensombrecieron y ensangrentaron al país durante los llamados años de plomo y sobre las responsabilidades que a cada grupo social o político corresponde. A la confusión han contribuido todos; incluidas las víctimas verdaderas.
Si aquella lluviosa mañana del 24 de marzo de 1976 alguien hubiese tomado una fotografía instantánea de Salta y la revelara 39 años después, los salteños descubrirían con espanto que el 90% de los que en nuestra Provincia hoy se dicen «demócratas» aplaudieron convencidos al golpista Videla, practicaron la delación o guardaron silencio frente las graves violaciones a los derechos humanos.
Esto incluye a empresas, instituciones, grupos de interés y, por supuesto, holdings mediáticos.
No es necesario mencionar nombres ni apellidos. Es demasiado obvio.
Pero los que encumbraron al siniestro dictador siguen ahí, levantando orgullosos por la calle la barbilla del integrismo clerical, como reclamando para sí el aplauso de la sociedad por haber tenido éxito en el intento de falsificarse como víctimas.
Lo peor, quizá, es que algunos, desinformados o desmemoriados, los aplauden.