La descontrolada euforia de Gustavo Sáenz frente al resultado electoral

  • La jornada electoral del pasado domingo en Salta ha estado muy lejos de ser 'una fiesta democrática', como se acostumbra a decir por aquellos lares.
  • ¿Apóstol de la participación o ángel caído?

En comparación con otras elecciones, se han rozado los mínimos históricos de participación y el voto en blanco ha superado en porcentaje a muchos candidatos gubernamentales. Solo estos datos son suficientes para que el Gobernador de Salta, Gustavo Sáenz aplaque su euforia triunfalista.


Pero Sáenz -al parecer muy conforme con la escasa legitimidad democrática de las elecciones- ha protagonizado un estallido de júbilo, muy similar al que algunos años antes tuvo como protagonista a su antecesor, el gobernador Juan Manuel Urtubey, cuando creyó equivocadamente que había alcanzado el cenit de su carrera política.

La estrategia electoral de Sáenz, consistente en repartir a sus fieles incondicionales en diferentes partidos, teóricamente enfrentados entre sí, tenía precisamente como propósito que el Gobernador se proclamara vencedor de estas elecciones, ganara quien las ganara. Si a Urtubey le dio buenos resultados esta perversa estrategia, ¿por qué no a Sáenz?

Pero los escenarios no son los mismos.

Sáenz pagó claramente en las urnas el precio de las malas decisiones adoptadas por su gobierno durante la pandemia, tanto en materia sanitaria, como en materia económica y, especialmente, en materia de libertades públicas.

Lo que ocurre es que el teatro electoral (ayudado por un sistema tramposo de reparto de escaños) fue diseñado paciente y minuciosamente para que la inevitable pérdida de votos y de apoyos -que afectó a la práctica totalidad de gobiernos del mundo que entre 2020 y 2021 enfrentaron unas elecciones- fuese prudentemente disimulada detrás de la cortina de humo de una victoria enloquecida.

Curiosamente, fue en el hotel Alejandro I en donde Urtubey pronunció (la mañana del 11 de diciembre de 2015) un discurso completamente desaforado, con un tono muy similar al que, en el mismo lugar, pronunció Sáenz la noche del pasado 15 de agosto.

Urtubey entonces se creyó -como hoy Sáenz- el rey del mambo. Las razones fueron también similares: uno y otro se sintieron satisfechos al ver cómo se ampliaba su mayoría en las cámaras legislativas.

Es decir, calcularon que con más diputados, más senadores y más concejales al servicio del proyecto gobernarían mejor, o al menos lo harían sin tener tanta oposición.

Bastaría con recordarles a los ingenieros electorales de Sáenz (a los creadores del doble frente) que el periodo gubernamental que inauguró Urtubey aquella fatídica mañana en la que anunció -entre otras cosas- su divorcio, fue el peor periodo de gobierno que registra Salta desde la independencia nacional, incluidos muchos gobiernos de facto.

Sáenz -lamentablemente- va camino de disputarle a Urtubey el más alto cajón del podio.

A todos los preocupantes indicadores de su gobierno (incluidos especialmente los indicadores sociales) se suma el elogio que el Gobernador dedicó a sus ingenieros electorales, de quienes dijo hicieron «una apuesta arriesgada» al crear dos frentes que compitieran entre sí para alcanzar los mismos cargos.

Según el particular razonamiento de Sáenz, el doble frente no fue creado para evitar sentirse perdedor en las elecciones sino para «no dejar a nadie afuera», puesto que «sus muchachos» querían participar en las elecciones, ya que «la participación es un derecho que nos otorga la Constitución».

Pero si Sáenz tiene razón, ¿por qué en vez de hacer dos frentes no conformó doscientos frentes?, pues si uno solo convertía en papel mojado a la Constitución, unos doscientos frentes hubieran permitido que se presentase a las elecciones hasta el más intrascendente barrendero del Grand Bourg, teniendo en cuenta que él, y personas como él, tienen el mismo derecho a participar en las elecciones que los «muchachos» de Sáenz.

Si el Gobernador solo dio cabida a los suyos en los dos frentes lo hizo simplemente para duplicar sus chances y no para facilitar la participación de nadie. Sin embargo, el discurso de la participación comporta admitir que el Gobernador de la Provincia utilizó el sistema electoral (más bien los loopholes del sistema) para favorecer exclusivamente a los suyos, en lo que no parece ser una actitud muy equitativa y muy democrática que digamos.

Mientras Sáenz (y sus ingenieros electorales) se devanaban los sesos pensando en la mejor forma de «no dejar a nadie fuera», la elección de convencionales constituyentes se llevó a cabo finalmente bajo las premisas (tramposas y excluyentes) de la ley 8239, atacada de inconstitucionalidad por muchos sectores políticos, precisamente por recortar la participación de los ciudadanos en el proceso de reforma.

Es decir que el principio que ha dominado estas elecciones es: ¿Participación? Sí, pero solo para mí y para los míos. El resto que se las rebusque.

Así las cosas, la euforia del gobernador Sáenz tras los resultados electorales no solo ha sido sobreactuada sino que también carece de fundamento. Un gobernador que firma el decreto convocando unas elecciones en las que se abstiene de participar un tercio del padrón y en la que casi un quinto de los que acudieron a la cita votaron en blanco no puede sino manifestarse preocupado por estas cifras, o al menos preguntarse qué pasó.

Pero, si nos atenemos a su discurso, a Sáenz le bastó que el doble frente se llevara la mayoría de escaños en disputa, pues cree que a partir de ahora podrá gobernar mejor de lo que lo ha venido haciendo.

Si tenemos en cuenta de que desde diciembre de 2019 en adelante Sáenz no ha tenido ningún problema en la Legislatura (porque votos no le han faltado jamás) creer que por tener ahora mayoría en diputados y senadores, y más todavía: mayoría en la convención constituyente, las cosas le van a ir mejor, es solo un cálculo febril de los ingenieros electorales, muchos de los cuales -ya se sabe- diseñaron el teatro democrático al borde del delirio total.

La historia institucional de Salta apenas si registra antecedentes de un Gobernador en ejercicio intentando influir al máximo en unas elecciones convocadas para conformar otros poderes del Estado (el legislativo ordinario y el constituyente, a través del cual se busca el control absoluto del poder judicial); casi nunca los salteños han visto a un Gobernador tan obsesionado por controlar políticamente a una Legislatura que debería controlarlo a él. Ni Urtubey ni Romero llegaron a tales extremos.

Pero ellos mismos (los ingenieros y el Gobernador) son los responsables de que el análisis más certero que se pueda hacer de las pasadas elecciones concluya en una afirmación como esta: Sáenz ha ganado con comodidad las elecciones, y con la misma comodidad las ha perdido.