¿Y si ampliamos la imputación a Pulleiro por estos 'desbordes'?

  • Los alrededores de la Plaza 9 de Julio de Salta se llenaron anoche de hinchas de la Selección Argentina que acudieron al lugar a celebrar la conquista de la Copa América 2021 por el dios Messi y sus veintitrés apóstoles.
  • Derecho penal a la carta

En los alrededores de la Plaza no se vio a ningún fiscal agitando una copia de la resolución nº 13 del COE, ni enumerando la larga lista de DNUs del presidente Alberto Fernández que amenazan con la cárcel a los que incumplan las medidas sanitarias.


Visto desde una fría perspectiva jurídica, el hecho de que los hinchas abarrotaran la Plaza en una situación sanitaria tan complicada como la que se vive en Salta induce a pensar que alguien es responsable de un delito de «incumplimiento de los deberes de funcionario público, en calidad de autor material y en perjuicio del Orden Público».

Tal vez lo sean los policías que habitualmente vigilan este espacio público; pero si lo miramos a través del deformado y deformante cristal de los fiscales de Abel Cornejo, si alguien tiene que pagar el pato por el fantástico globo que le tiró Di María al arquero Ederson, ese no es otro que el Ministro de Seguridad del gobierno provincial de Salta, coronel Juan Manuel Pulleiro.

¿Qué diferencias ontológicas existen entre un hincha desaforado del Presidente de la Nación (un militante kirchnerista) y un fanático de Lionel Messi?

Y yendo un poco más al cogollo del asunto: ¿Cuáles son las diferencias biológicas entre unos y otros? ¿Es que los kirchneristas desatados contagian el coronavirus y los messistas desenfrenados no transmiten la enfermedad en las aglomeraciones?

A estas alturas, no se sabe muy bien por qué los sedientos fiscales penales de Salta no se han querellado contra el presidente Alberto Fernández por un delito de «presunción de incesto», cometido por el Jefe del Estado al insinuar que Macacha se acostaba con Güemes, o el delito de LGTBIQ+fobia al atribuirle a Juana Azurduy un nacimiento fuera de la patria grande.

Después de la demostración de fervor deportivo de anoche, el coronel Pulleiro solo se merece la cadena perpetua, ya que al estallar de alegría cuando el árbitro uruguayo pitó el final del partido, en vez de levantarse del sofá y dar la orden a los agentes de Policía de blindar la Plaza, Pulleiro se quedó mirando por la tele cómo los nuestros se coronaban en el mismísimo Maracaná.

Es decir que, con su deportivo entusiasmo, Pulleiro «Habría inobservado los deberes funcionales a su cargo, al autorizar deliberadamente el quebranto de las normas sanitarias vigentes en el territorio provincial, no sólo por no ejecutar aquellos actos inherentes a su cartera, sino también por no impartir las directivas atinentes a la situación irregular en curso al personal policial ubicado en el lugar, y cuya subordinación operativa les impedía actuar sin mediar las órdenes correspondientes».

Es más; en un caso tan especial como este, para un incumplimiento tan grave, doloso, lacerante e irrefragablemente lesivo de nuestra más pura limpieza vírica, se debería reformar el Código Penal para que, en vez de perpetua, el coronel reciba un castigo de azotes en la misma plaza pública que dejó de vigilar por estar gritando escandalosamente la conquista de la Selección.

Porque, después de lo que hicieron los fiscales de Abel Cornejo los otros días, es poco menos que incontestable que cualquier barbijo caído, que cualquier abrazo estrecho, que cualquier microgota lanzada al espacio aéreo salteño, es responsabilidad del inerte, impasible y probablemente misógino coronel, así se trate de hinchas de Messi, o de hinchas del presidente Fernández.