Fiscales 'preventivos' mandan a tapar el agujero abierto en una céntrica esquina de Salta

  • Desde hace dos años, los fiscales de Salta trabajan a destajo. Por diversas circunstancias que no merece la pena comentar aquí, los fiscales se han convertido en una suerte de magistrados polivalentes, una especie de tribunos de la plebe dotados de gran flexibilidad funcional, a los que les trae sin cuidado lo que dicen, en relación a sus competencias y facultades, el artículo 166 de la Constitución provincial y el artículo 10 de la ley 7238.
  • Un gobierno paralelo

En nuestro sistema institucional, los fiscales tienen encomendada la crítica misión de promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de los intereses generales de la sociedad.


Pero claro, esto de redactar demandas, denuncias y querellas se les ha vuelto muy engorroso (por no decir, tedioso y poco arriesgado) y es por eso que ellos solitos han decidido «formular políticas públicas» en las materias más variadas. Claro que en vez de llevar sus criterios a los estrados judiciales (en donde se sientan jueces y juezas que no son de su agrado) se meten directamente en los asuntos, como si en Salta no existiese la división de poderes y no hubiese funcionarios competentes para cada asunto.

En plena pandemia, el jefe de los fiscales de Salta se ha dado el lujo de recorrer las góndolas de los supermercados para comprobar que todas las latas se encuentren en su lugar. También ha puesto el grito en el cielo por el anexo del cementerio de Cerrillos, sin -por supuesto- pasar por los tribunales, que es lo que les corresponde hacer.

Ahora, recientemente, el hiperactivo Procurador General de la Provincia ha creado una «unidad fiscal» para los asuntos de seguridad vial, algo que por cierto existe en otros países del mundo en el que la circulación rodada es un problema mayor. Sin embargo, mientras los fiscales de otras latitudes trabajan sobre hechos consumados (por ejemplo, un delito de tráfico), en Salta los fiscales se dedican a «prevenir accidentes», igual que lo haría un policía -provincial o municipal- pero incluso mejor, porque los fiscales -ya se sabe- dominan el Derecho a la perfección.

No se sabe muy bien en cuántos asuntos judiciales relacionados con cuestiones de seguridad vial habrá intervenido la nueva «unidad fiscal» en el poco tiempo que lleva funcionando. Sí se sabe, sin embargo, que esta novedosa oficina ha mandado a tapar un agujero abierto en la esquina de Alberdi y San Martín, en pleno centro de la ciudad de Salta. ¡Cuántas rótulas y extremos de dirección deben hoy su bien engrasada salud a la egregia figura de don Abel Cornejo Castellanos!

Los argumentos para esta curiosa intervención fiscal son para poner en un cuadro. Para empezar, la fiscal a cargo del asunto ha dicho en la radio Aries que «la situación no configuraba ninguna intervención fiscal» (como tampoco la configuraba la visita fiscal al supermercado ni el mefítico cementerio cerrillano), pero que «tomaron contacto con las autoridades municipales porque era peligroso».

Con la misma diligencia y bajo idéntico pretexto, los fiscales podrían también intervenir cuando una rama amenaza con desprenderse de un árbol, cuando hay cables pelados colgando de los postes, cuando hay perros sueltos o, mejor, cuando un delincuente se apresta a cometer un delito y deciden hablar con su mamá para decirle: «tomo contacto con usted señora porque a nuestro juicio su hijo es peligroso».

Mañana podrían decir los fiscales: «No es de nuestra incumbencia, pero advertimos que las bananas del Mercado San Miguel están demasiado maduras, y por eso hemos creado una Unidad Fiscal que se encargará de enderezar los plátanos para que lleguen en condiciones al consumidor».

Pero más interesante que el anterior, es el siguiente argumento: «No queremos trabajar en el después, sino por pedido del Procurador debemos tener una mirada más comprometida y trabajar en la seguridad vial con una perspectiva vial».

Dejando a un lado el hecho de que nadie conoce lo que es la «perspectiva vial», hay muchos trabajadores que no quieren trabajar en «el después» y desean hacerlo en «el antes», pero no pueden.

Por ejemplo, a muchos empleados de Pieve, en vez de acondicionar el cadáver y disponer los artilugios para su despedida final, les gustaría sentarse en las salas de terapia intensiva a ver si con un par de invocaciones a Güemes (el único y verdadero dios reconocido por nuestra liturgia criolla) se puede «salvar una vida».

Pero, por mucho que les disguste trabajar en «el después», a los enterradores no les queda más remedio que hacer su trabajo. Igual que los fiscales, que si por ellos fuera empezarían su combate contra la inseguridad vial revisando los frenos en las mismas fábricas de donde salen los coches.

Pero esto no es posible. Al menos no lo es en un sistema en el que los fiscales deben -están obligados a- promover actuaciones judiciales en defensa de la legalidad, el medio ambiente, los intereses difusos, etcétera, etcétera. Pero ¡ojo! esta intervención extraprocesal de los fiscales se produce «por pedido del Procurador». Señores, corresponde que nos pongamos de pie, porque cuando se menciona su nombre vuelve a morir Montesquieu y el Espíritu de las leyes se convierte en un panfleto a la altura de La voz seráfica.

A Gustavo Sáenz, cuando era Intendente Municipal de Salta, intentaron colarle una intendencia paralela a través de una secretaría fantasma llamada «del área metropolitana». Mucho no debe de haber avanzado Sáenz, ya que en El Huaico le ha nacido ahora un gobernador paralelo, que piensa -y lo peor es que está convencido de ello- que desde su cargo puede cambiar la agreste realidad que vivimos, a su antojo.

Algunos le hacen caso, como los operarios municipales que han «delimitado con señalética la rotura» (a una lata con gasoil ardiendo le llamamos en Salta «señalética») y han desplegado «cartelería de prevención».

Esto es eficiencia y no tonterías. Mañana, si a los fiscales se les ocurre, con un poco de esto más un poco de aquello (siempre que no tenga que ver con actuaciones judiciales) todos podemos ser más felices de lo que somos; estar más sanos y ser más ricos. Así ocurre en el prodigioso país de las maravillas en donde los fiscales actúan mucho antes de que los acontecimientos se produzcan. ¿Por qué? Porque «el después» les resulta aburrido y tedioso, y ellos están presionados para tener «una mirada más comprometida».