'Unidad Fiscal'

  • El de 'Unidad Fiscal' es un estupendo nombre para una serie del estilo de CSI. Con ciertos ajustes, el nombre podría también identificar a una corriente interna del partido peronista de Salta, por ejemplo: 'Unidad y Renovación Fiscal', a la que seguramente se apuntarían varios, especialmente aquellos que se han preparado toda su vida para reformar la Constitución.
  • Viaje de regreso a nuestro pasado más negro

Pero no. En Salta reciben el nombre de Unidad Fiscal los equipos ad-hoc que sobre la marcha arma y despliega el Procurador General de la Provincia, en sus ratos libres, mientras juega en su mesa de arena, y que nacen con el objeto de «investigar» (perseguir o amedrentar son también verbos muy interesantes) a diputados nacionales, a funcionarios, a jueces, a fiscales que no son de su agrado, sean o no aforados, y que por cualquier motivo se han internado en su campo visual.


En otras épocas igualmente interesantes de nuestra historia, a estos equipos se les dio el nombre de «comandos civiles», o, en el ámbito femenino, el de «delegadas censistas». La característica común de estos -llamémosle- cuerpos orgánicos era el obsesivo interés institucional por la vida y los quehaceres de algunos de sus semejantes, especialmente de aquellos que no comulgaban con el régimen, o que directamente no comulgaban.

Desde hace un par de años, aproximadamente, en Salta es suficiente con toser fuerte para tener en la puerta de la casa, a horas intempestivas, a un patrullero de la Policía con un fiscal adentro. La 'Unidad Fiscal' se traduce normalmente en «hiperactividad fiscal», o, lo que es lo mismo, en lo que se podría llamar «ubicuidad fiscal», que se define como la cualidad del aparato que todo lo quiere presenciar y que vive en continuo movimiento.

Se atribuye a Winston Churchill la frase que dice: «Democracia es ese régimen político en el que si alguien te toca la puerta a las seis de la mañana, es el lechero». En Salta, los fiscales despachan tremebundas cédulas de notificación y hacen el intento de entregarlas, con el auxilio de la fuerza pública, cuando los ciudadanos están ya descansando tranquilamente en la intimidad de sus hogares.

Las 'Unidades Fiscales' no están nunca integradas por un lobo solitario. A menudo son tres, como Los Ángeles de Charlie, o el comedy team que formaban Curly, Larry y Moe. En ocasiones, y para determinados asuntos, se conforman con solo dos miembros, como Starsky y Hutch, o Hunter y su compañera Dee Dee McCall. Es raro ver a un Mannix entre ellos.

Los nuevos comandos civiles no solo persiguen delitos sino que también ejercen de policías de la opinión, pero siempre de la ajena, jamás de la propia. Sobre la calidad, pertinencia, oportunidad o legalidad de su trabajo solo pueden opinar ellos, y -¡vaya casualidad! siempre lo hacen elogiosamente. Últimamente, también desempeñan el altivo papel de suprema autoridad en materia de regularidad procesal, diciéndole a los jueces por las bravas lo que tienen que hacer.

Cualquier escrache u ofensa dirigida al Procurador General es motivo suficiente para poner en marcha el temible aparato unitario. Pero también basta para activarlo que un juez aplique la ley con inusitado rigor, sin fijarse si delante tiene a un peligroso delincuente o a un niño de corta edad.

Los fiscales penales en Salta se han convertido en funcionalmente polivalentes, ya que valen tanto para un roto como para un descosido. Pueden dedicar una mañana a inspeccionar las góndolas de un supermercado para contar los maicitos, como sentarse por la tarde a redactar un complicado decreto de necesidad y urgencia en materia contravencional cuyo desparpajo autoritario solo nos reportará vergüenza a nivel internacional.

Si los corsos no se hubieran suspendido, esta es la hora de que alguna 'Unidad Fiscal' estaría revisando si las comparsas tienen las plumas con el largo reglamentario. Si se hubiese celebrado la Procesión, otra 'Unidad Fiscal' se habría lanzado a comprobar la temperatura de los gaznates en los puestos callejeros.

Las 'unidades' también se ufanan de defender y exaltar los derechos humanos y de luchar con denuedo por la igualdad entre hombres y mujeres, pero cuando es una mujer la que inserta en una pancarta móvil que recorre El Huaico la fotografía del Procurador General, se acabaron las gentilezas. Para ella no hay ni derechos humanos ni «perspectiva de género».

Pero ya que hablamos de series viejas, seguramente habrá algún salteño que se acuerde de aquella que en los años setenta del siglo pasado emitía el viejo Canal 11 del doctor Uriburu Michel y que se llamaba El Túnel del Tiempo, protagonizada por James Darren y Robert Colbert.

Al igual de lo que sucedía en aquella serie, en Salta (no ya en Arizona) un grupo de esclarecidos prosecutors ha conseguido recrear aquel misterioso corredor cilíndrico y subterráneo que permitía viajar en el tiempo. En la ficción, los norteamericanos consiguieron viajar de 1968 a 1912 y torcer el rumbo del Titanic. En la realidad, los salteños hemos conseguido atrasar el reloj hasta 1955 y volver a dar vida -esta vez una vida unitaria- a los siniestros comandos civiles de la Revolución Libertadora.