
Lo han hecho poniendo en ello más energía y más convicción de la que habitualmente ponen en delicados asuntos de gobierno, lo cual debería llamar la atención de los ciudadanos.
Si ya Outes se animó a calificar a los opositores de «políticamente inmaduros» (especialmente a Villa, Zapata y Leavy, a los que citó por sus apellidos, que parecen sacados de una película mejicana de los años cuarenta), el gobernador Sáenz fue bastante más lejos llamándoles «oportunistas y miserables», «escondedores y mentirosos».
A juicio de los dos «políticos maduros» (Sáenz y Outes, ambos nacidos a finales de la década de los 60 del siglo pasado), los mismos diputados que ahora critican al gobierno guardaron silencio, «fueron parte y no hablaron» cuando se puso en marcha una política sostenida de desinversión en la salud pública, que -según Sáenz- dio como resultado «un sistema sanitario destrozado, destruido, colapsado, dejado, sin médicos, sin insumos, con enfermeros precarizados».
Outes habló de que los mismos diputados se rasgan las vestiduras frente a un gobierno que no se ha endeudado, mientras que en el pasado (un pasado que vagamente sitúa ‘hace un año atrás', y al que, curiosamente, no adjudica apellidos) el gobierno de entonces se endeudó en 70.000 millones de pesos.
Pero, más allá de cuál pudo haber sido la actitud de los mismos diputados opositores entonces, ¿cuál fue la reacción del propio Gustavo Sáenz y de su ilustre coordinador Pablo Outes frente a dicho endeudamiento?
¿Salieron públicamente a criticarlo o, como hicieron supuestamente los opositores de ahora, «fueron parte y no hablaron»?.
¿Qué actitud asumió Gustavo Sáenz mientras ocupaba importantes cargos públicos y se postulaba como candidato a Vicepresidente de la Nación cuando su antecesor Juan Manuel Urtubey inflaba la planta de agentes del Estado para saldar cuentas políticas y practicar el amiguismo?
¿Qué crítica consistente se recuerda en boca de Gustavo Sáenz cuando la parte del gasto público que se llevan los salarios de los empleados del Estado convertía a la salteña en una de las administraciones públicas más grandes del mundo en relación con la cantidad de administrados, el volumen y la importancia de los asuntos que gestiona?
No se debe olvidar que Sáenz pudo agotar su mandato como Intendente Municipal de Salta gracias a Urtubey, y que su alianza con este posibilitó que pudiera ganar las elecciones a Gobernador en el pasado mes de octubre de 2019.
Tampoco se debe olvidar la cantidad de activos funcionarios de Urtubey que fueron repescados por el gobernador Sáenz, empezando por el increíblemente lento y pastoso ministro de Economía Roberto Dib Ashur, y terminando por el probadamente ineficiente Matías Posadas y por la «asesora jurídica» Pamela Calletti.
Y qué decir de la convalidación de Sáenz a las designaciones de Urtubey en la Corte de Justicia y el Ministerio Público Fiscal.
Solo pensar en esto último obliga a preguntarse quiénes son los verdaderos miserables en esta triste historia.
Hacer política
Sáenz ha dicho que «hacer política» en un momento tan triste y doloroso es tener la voluntad de «destruir, obstruir y molestar, sin aportar nada».Pero olvida algunas cosas:
La primera, que su gobierno hace política, no porque quiera sino porque debe hacerla. Sin política no hay solución a la pandemia. Por tanto, «hacer política» es lo que se necesita en estos momentos. La política no puede ser expulsada del seno de la sociedad. Cuando Sáenz entrega casas, hace política en medio de la pandemia y reclama el aplauso popular por ello. No debe prohibir a los demás hacerla.
La segunda es que la misión institucional de la oposición política es la de «obstruir y molestar». Solo los gobernantes que piensan que es su voluntad la que debe imponerse a cualquier criterio en contrario se sienten «obstruidos y molestados» cuando alguien levanta la voz para quejarse. Los gobernantes que estigmatizan a su oposición y le cuelgan carteles son poco respetuosos del disenso democrático.
La tercera es que la oposición política, a diferencia del gobierno, no requiere para su ejercicio una especial coherencia. La oposición puede rectificar en cualquier momento y criticar hoy lo que no criticó ayer, y viceversa. Lo que no puede hacer una oposición medianamente responsable es inhibirse de hacer oposición por actitudes que ha tenido en el pasado. Hayan o no cambiado las circunstancias objetivas, la oposición puede y debe adoptar un nuevo enfoque sobre las mismas cuestiones, sin mengua de su honorabilidad.
La madurez política se alcanza cuando alguien es capaz de convivir civilizadamente con la discrepancia y no cuando alguien no tiene reparos en mostrar su orgullo narcisista herido cada vez que alguien osa decir que lo que hace no está bien hecho.