
Aunque él parece no haberse dado cuenta, durante un lapso bastante prolongado, la estructura de poder más duradera que existe en Salta desde hace medio siglo lo ha convertido a él -el Gobernador de la Provincia- en el «entregado», el «acompañado» y el «beneficiado».
En condiciones normales, quien corta el bacalao en Salta (el que tiene la sartén por el mango) es el que lleva a cabo estas tres acciones, que normalmente se ejecutan juntas pero que en ocasiones especiales pueden jugar por separado.
Justamente a Sáenz, acostumbrado a aparecer en público como el «artífice del sueño de la casa propia» (cuando la vivienda pública es un derecho reconocido por la Constitución), una instancia superior de poder le ha tomado la medida, le ha confeccionado el traje y le ha hecho cumplir a él «el sueño de la casa propia».
No es exactamente propia de Sáenz, pero en una Provincia en la que ni la gente normal -y mucho menos los gobernantes- aciertan a distinguir qué cosas pertenecen a la esfera pública y qué cosas a la privada, es como si a Sáenz le hubiera tocado la lotería.
Los dioses han visitado a Sáenz; lo han «acompañado», lo han «beneficiado» y lo han «entregado» al mismo tiempo. Salta ha sido testigo esta mañana de un acto de «tradición», pero no en el sentido vulgar que esta expresión tiene en el universo de las zambas y las chacareras, sino en el significado -algo más culto- que alude a la entrega de una cosa a una persona física o persona jurídica.
De este modo tan particular, a Sáenz no le causó ningún problema de conciencia aparecer en el acto como accipiens, mientras que Romero (hermano de la «patria chica») oficiaba de sumo sacerdote de la ceremonia y, a la vez, de tradens.
Al pobre Sáenz, a quien las circunstancias obligan a entregar casas «de forma virtual», privándosele del excitante placer de refregarse con los nuevos propietarios agradecidos de por vida a su Tata Miguel, le han impuesto sin embargo una ceremonia presencial en la esquina de Deán Funes y Entre Ríos. La generosa familia donante no hubiera tolerado que semejante casa se entregara en una desangelada videoconferencia, como las que suele protagonizar el fastidioso senador Parrilli.
Terminada la ceremonia, las cosas están más claras en Salta. En esta bendita tierra de poetas y cantores manda el que manda (el que ‘entrega’, ‘acompaña’ o ‘beneficia’) y obedece el sujeto pasivo de estas tres magnánimas acciones. Hoy le ha tocado jugar ese papel a Gustavo Sáenz.
Sin quererlo y sin siquiera habérselo propuesto, Sáenz solito encontró su lugar en el complejo mapa de poder de Salta.
Tal vez esta noche duerma mejor.