Para disgusto de los güemesianos, Sáenz llama a Roberto Romero ‘el padre de la patria chica’

  • El aparatoso acto durante el cual el gobierno provincial de Salta recibió en donación el inmueble de calle Deán Funes 683 estuvo salpicado de gestos grandilocuentes y de detalles de mal gusto, como el empalagoso recuerdo del gobernador Gustavo Sáenz al que fuera propietario de la casa donada.
  • Una calificación no compartida por todos los salteños

Según publica este mediodía el diario El Tribuno de la ciudad de Salta, al dirigirse a las personas reunidas en el acto oficial de recepción del inmueble, el gobernador Sáenz dijo lo siguiente:


“Hoy homenajeamos al padre de la Patria (General José de San Martín), pero nosotros también homenajeamos al padre de la patria chica. Gracias Roberto Romero, que en paz descanses”.

De este breve pero significativo discurso no llama tanto la atención la desproporcionada calificación de Sáenz hacia su antecesor, sino dos hechos muy puntuales.

El primero, que el Gobernador de Salta siga considerando «Padre de la Patria» a José de San Martín (el austero militar correntino sobre cuya otrora ilustre memoria pesa hoy como una losa la sombra del salteño Martín Miguel de Güemes).

El segundo, que Sáenz diga que se homenajea a San Martín «pero nosotros también homenajeamos al padre de la patria chica, Roberto Romero».

¿Quiénes son ellos? ¿Quiénes «nosotros»?

Si Sáenz hubiera querido precisar (de un Gobernador se espera más precisión que ambigüedad) habría dicho «pero nosotros los romeristas». Pero al no dar ninguna pista de la amplitud deseada para la primera persona del plural, cabe entender que Sáenz quiso decir «pero nosotros los salteños».

Lamentablemente, tanto para las intenciones histórico-retrospectivas de Sáenz como para los más entusiastas tardorromeristas, ni Salta es una «patria chica» ni Roberto Romero su padre. El que un solo salteño no reconozca la existencia de esta «patria» y su «paternidad» es suficiente para que el «nosotros» empleado generosamente por el gobernador Sáenz en su discurso no sea más que la expresión de la confusión de la realidad con sus propios deseos.

¿Qué pensarán los güemesianos? ¿Qué sentimiento habita en estos momentos en el corazón y la memoria de los seguidores de Miguel Ragone? Porque habría que recordarle a estos salteños tan memoriosos que el hombre que fue secuestrado y desaparecido el 11 de marzo de 1976 en la puerta de su casa resistió hasta su muerte el desembarco de Romero en el Partido Justicialista de Salta. ¿Es que ahora son la misma cosa?

Así como San Martín es cada vez más el padrastro de la patria (por haber vivido la mayor parte de su vida en Europa y por haber muerto mirando con nostalgia el otro lado del Canal de la Mancha); así como Güemes expande su gloria transcontinental sin que nadie acierte a poner un poco de humildad en el crecimiento exponencial del «orgullo salteño», la figura del hombre que puso al borde del colapso la economía provincial con el bono de cancelación de deuda y sentó las bases (duraderas por cierto) del divorcio de la política y la ética republicana, el que es considerado por todos como el fundador del espacio interprovincial más pobre y aislado del país, crece a fuerza de operaciones mediáticas, de alabanzas desmedidas y de oraciones fúnebres eternas, suscritas y entonadas por los mismos que el 15 de febrero de 1992 descorcharon champán mientras sus adversarios lloraban sin consuelo.

Lamentablemente, Sáenz con su discurso poco meditado, ha vuelto a traer a la superficie aquella vieja pero nunca olvidada ni archivada distinción entre «ellos» y «nosotros».

Pero como no hay mal que por bien no venga, al menos nuestro Gobernador ha dejado bien clarito de qué lado está y cuáles son los intereses a los que sirve.