
De cara a la galería, los micrófonos y las cámaras, resulta enternecedor ver que un señor que bien podría parapetarse detrás de su escritorio, sale al campo como valiente escudero del Gobernador y desafía a la impertinente voracidad del virus para controlar a mano pelada que los rollos de papel higiénico estén bien colocados en sus estantes, o que los repositores de comida para gatos lleven bien puesto el barbijo reglamentario.
Ahora bien. Si trasladamos todo esto al verdadero metier de los fiscales (el ejercicio de la acción penal en los delitos de acción pública), con la misma autoridad, el señor Abel Cornejo, bien puede empezar mañana mismo a timbrear en la viviendas de la periferia para preguntarle a las amas de casa: «¿Se encuentra usted bien señora? Espero que no la estén moliendo a palos, porque si eso sucede, sepa que los jueves ando por el barrio y aquí estoy para defenderla».
Es más: si en ese momento el ama de casa en cuestión discute a gritos con su cuñada porque se le quemó el guiso o porque el chico volvió a hacerse la pis en la cama, el Procurador General, sin timbre que valga, está autorizado a tirar la puerta abajo para comprobar si en la vivienda no se está produciendo un «femicidio».
No se debe perder de vista en ningún momento que la acción penal en los casos de delitos perseguibles de oficio nace en el mismo instante de la comisión o consumación de un hecho delictivo o con apariencias de tal. Pero nunca antes de que los delitos se produzcan o cometan. Por consiguiente, jamás se puede imaginar una actuación fiscal de carácter «preventivo», como la que ha desplegado -fuera de la ley- el señor Abel Cornejo, en compañía del Gobernador de la Provincia, que con buen criterio debería haberse negado a ser acompañado por alguien que al hacerlo estaba violando la ley.
Antes, cuando había plata y algunos jueces estaban al pairo, los partes de prensa hablaban casi todos los días de que «la justicia sale a las escuelas». Ahora, con este asunto de las pandemias (la del coronavirus y la de los femicidios) el programa se llama «los fiscales visitan su casa» (o los supermercados, según el caso). Esto ya lo había inventado el intendente Miguel Isa cuando le prohibió a sus funcionarios que trabajaran en sus despachos y les obligó a trasladarse «a los barrios».
La figuración y el populismo tienen estos pequeños detalles encantadores. Si la «gente» no percibe que estamos al lado de ella, compartiendo sus penas y sus amarguras, corremos el riesgo de caer en desgracia y que esa «gente olvidada nos considere unos vagos robustos y bien pagados.
De aquellos polvos de la mala conciencia vienen estos lodos del protagonismo fiscal preventivo. A partir de ahora no será extraño ver que los fiscales patrullen las calles de Villa Juanita «para llegar antes de que el delito se produzca».
Hasta donde sabían los juristas, esa función «preventiva» era exclusivamente ejercida por la Policía, cuya ley orgánica sí prevé esta función, así en Salta como en cualquier otro país del mundo.
Pero desde que los fiscales y la Policía de Salta andan a la greña, y se acusan mutuamente de cometer barbaridades inconfesables, los fiscales parecen decididos a seguirles esmerilando las comperencias y a no dejarles a los polis ni la función preventiva libre. Ya se han echado encima la investigación criminal y ejercen de hecho como policía científica (CIF). Ahora quieren también «prevenir» la comisión de delitos y no esperar sentados -como se hacía antes- a que los policías instruyan un atestado y lo remitan al fiscal de turno. ¿Para qué darles a estos canas iletrados semejante poder?
Lo que no se sabe muy bien es si con estos préstamos de funciones y competencias la Policía asciende en la escala social o si la descienden los fiscales. Todo se sabrá cuando en el próximo desfile de Güemes (que todo indica que será en 2021) los escuadrones azules y blancos de la Policía Infantil sean reemplazados por el Cuerpo Infantil de Fiscales Penales una tropa de niños y niñas, algo más claritos que sus antecesores, que, a falta de uniforme, desfilarán envueltos en papel higiénico, que es el nuevo símbolo identitario del antiguo pero de ningún modo anticuado Ministerio Público Fiscal de Salta.