¿Y contra este centralismo no protesta Gustavo Sáenz?

  • A finales del febrero de 2016, cuando el gobierno de Mauricio Macri recién comenzaba a enterarse de los problemas del país y Gustavo Sáenz prácticamente se estrenaba como Intendente Municipal de Salta, quien hoy gobierna la Provincia publicó un recordado tuit dirigido al Presidente de la Nación.
  • Los porteños mandan

En este tuit le decía: «Argentina no empieza y termina en la General Paz. Hay una Argentina que duele y espera. Mire hacia el Norte de la Patria».


Hasta entonces, la idea de «Patria», así con mayúsculas (una entidad ideal, relacionada generalmente con el lugar en que se ha forjado la identidad cultural, nacional o étnica de un pueblo determinado), carecía de puntos cardinales. Pero Gustavo Sáenz los ha inventado, y gracia a él hoy sabemos que la «Patria» no solo tiene un antes y después sino también un arriba y un abajo.

Quien hoy gobierna esa parte olvidada de la «Argentina que duele y espera» parece haber hecho muy buenas migas con el presidente Alberto Fernández, después de haberlas hecho con el derrotado Mauricio Macri. Ambos, dicho sea de paso, crecidos y engordados en «la otra» Argentina, la que tira manteca al techo y, en vez de esperar, se adelanta al mundo.

Esta sintonía -que cada vez se acerca más a lo que se conoce como zero beat- parece haber mitigado milagrosamente el dolor y reducido la espera, puesto que a medida que se multiplican los gestos centralistas y autoritarios del gobierno federal, el silencio de Sáenz y la retirada de su discurso sobre el federalismo irredento son cada vez más intensos y notables.

El pasado viernes, el Presidente de la Nación ha dejado bastante claro que las decisiones sobre el regreso a la normalidad en todo el territorio del país (flexibilización de la cuarentena, desescalada o como se le quiera llamar) las toma él, y los gobernadores de provincia se han de ajustar a lo que el señor Fernández y su pool de expertos epidemiólogos (siempre es mejor llamarlos así que «sanitaristas», puesto que esta última denominación es reivindicada también por los llamados «pibes de los caños», que son los que instalan las cloacas) decidan sobre el particular.

Es particularmente insultante para las provincias alejadas del centro del país, que el mismo Presidente que afirma tener y mantener el «comando único», se muestre en una rueda de prensa flanqueado por el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el Alcalde de la ciudad de Buenos Aires, sin otro decorado que una especie de photocall en el que luce orgulloso el Escudo Nacional.

¿Estos tres señores representan al conjunto del país y toman decisiones por todos? ¿Cón qué derecho? Estas serían las primeras -y no precisamente las más importantes- preguntas que hay que hacerse ahora mismo. ¿Dónde están los otros? ¿Por qué se los oculta?

La segunda pregunta -seguramente más importante que las anteriores- es ¿por qué el «interior profundo» de la patria no ha salido en tropel a protestar por este impresentable arrebato de autoridad centralista? ¿Por qué Gustavo Sáenz, entre otros patriotas de «poncho bien puesto» no ha salido esta vez a recordarle al Presidente y a sus acólitos que la Argentina no termina en la General Paz?

Las decisiones del presidente Fernández afectan claramente la vida social, política y económica de Salta, hasta en aspectos muy minúsculos. Muchas de estas decisiones comportan una clara intromisión en los poderes y competencias exclusivas no cedidas por la Provincia de Salta en virtud del Pacto Federal, y sin embargo se han adoptado con el aplauso y beneplácito del despojado, del invadido. En cualquier otra circunstancia, un avasallamiento de la autonomía provincial de esta gravedad habría hecho estallar de furia a los «federalistas» y encendido todas las luces rojas de alarma. Incluso los más moderados habrían calificado a este paripé de “explosión incontrolada del centralismo porteño”.

Que el presidente Fernández reivindique la unidad de su mando y que quiera ejercerlo no es tan chocante como que, para que afirmar su autoridad, el Presidente se muestre públicamente con el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el Alcalde de la ciudad de Buenos Aires. Aquí reside el verdadero agravio comparativo. ¿Qué pintan Larreta y Kicillof en una rueda de prensa de este alcance?

En España, en donde al mando único existe y funciona, al presidente Pedro Sánchez no se le ocurriría jamás presentar en público unas medidas que afecten al conjunto del país teniendo al su lado única y exclusivamente a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y al Alcalde la capital del país, José Luis Martínez Almeida. La foto sería impensable, no solo por la mala relación de Sánchez con los peperos que gobiernan en Madrid, sino porque sería escandaloso dejar fuera al resto de los líderes autonómicos y transmitirles al mismo tiempo la idea de que Madrid es la que lo decide todo.

Tampoco es de esperar, por cierto una rueda de prensa del presidente Donald Trump solo con Andrew Cuomo, gobernador demócrata del Estado de Nueva York, a su lado. Solo un presidente débil, como el que tiene la Argentina en estos momentos, necesita para ser creíble del sostén de quienes gobiernan en los territorios más fuertes y poblados.

Así como Madrid no representa a España ni puede tomar decisiones por los 39 millones de ciudadanos que viven en otros territorios, tampoco pueden hacerlo Kicillof y Rodríguez Larreta. Y aunque estos no hayan decidido nada sobre Salta, Formosa o Tierra del Fuego, no les corresponde a ellos aparecer junto al Presidente en una rueda de prensa en la que se anuncian decisiones que conciernen a 45 millones de argentinos.

Es muy poco probable que Sáenz vaya a protestar por esta lamentable escenificación. A él lo que le interesa del federalismo son los números y las cuentas redondas, no quién pone la cara. Y si los números le sonríen (como parece que lo están haciendo), eso de la «patria irredenta» y el «fumando espero» suenan ahora mismo a cuerno quemado. Para revolear el poncho, siempre habrá en el futuro motivos interesantes. Por ahora, este no parece que sea el momento de hacerlo.