
En un tuit publicado hace no más de 72 horas en su cuenta personal, Juan Manuel Urtubey avisa de que «el gobierno nacional debe contar con las herramientas para afrontar esta crisis» y que, con el fin de analizar el proyecto de ley enviado al Congreso por el presidente Fernández, se ha reunido con los diputados Graciela Camaño y Eduardo Luján Bucca, y, sorprendentemente, también con Pablo Kosiner, quien no solamente ya no es diputado nacional por Salta sino que ha sido claramente derrotado en su último intento de reelección.
Analizamos el proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo Nacional con @GracielaCamano, @BuccaBali y @Pablokosiner.
— Juan Manuel Urtubey (@UrtubeyJM) December 17, 2019
El Gobierno Nacional debe contar con las herramientas necesarias para afrontar esta crisis. pic.twitter.com/lxBhLUzAyB
El apoyo de Urtubey a las duras medidas propuestas por Alberto Fernández -muchas de las cuales suponen un atropello a las facultades y atribuciones constitucionales del Poder Legislativo- deja, por fin, claras las intenciones que el exgobernador de Salta perseguía cuando presentó su candidatura a Vicepresidente de la Nación, acompañando al kirchnerista Roberto Lavagna.
Si durante toda la campaña proselitista (en la que se debe incluir el irregular periodo en el que fue candidato aspirante a la Presidencia de la Nación) Urtubey hizo esfuerzos sobrehumanos por mostrarse «moderado», «liberal» y «antigrieta», después de la aplastante derrota sufrida (su candidatura obtuvo solamente el 6% de los votos) y a pocos días de que asumiera el nuevo gobierno, el que fuera Gobernador de Salta entre 2007 y 2019 ha decidido mostrar su verdadero rostro.
A casi nadie llama la atención que Urtubey se dejara las cuerdas vocales en las tribunas gritando que su intención era la de que la Argentina avanzara hacia un sistema «semipresidencialista» en el que el Congreso Nacional tuviera un mayor protagonismo en la política ejecutiva a través de un mecanismo especial de investidura/destitución del Jefe de Gabinete, y que a poco de echar a andar el nuevo gobierno aplauda con entusiasmo todo lo contrario; es decir, la virtual anulación de la voluntad de los representantes del pueblo soberano de la Nación en beneficio de la concentración de las facultades presidenciales.
Engañosamente «liberal» y «aperturista», Urtubey no ha tenido problemas para avalar las medidas dispuestas por Fernández para volver a cerrar el país. La «previsibilidad», de la que tanto habló Urtubey durante su campaña se ha trocado en elogio de la incertidumbre. Su «liberalismo» ha mutado en autoritarismo y su «aperturismo» en proteccionismo y clausura.
El exgobernador de Salta se empleó a fondo durante los años posteriores a 2015 para tratar de desacreditar en los mismísimos límites de la calumnia al gobierno kirchnerista, del que él mismo fue valedor y parte, incluso hasta la campaña presidencial de Daniel Scioli, a quien llevó de la mano hacia la derrota. No solo llegó a justificar con algarabía los procesos judiciales incoados contra la expresidenta Kirchner sino que llegó a llamarla públicamente con el adjetivo de «chorra», que posteriormente hizo extensivo a algunos personajes procesados, como Julio de Vido, con quien el mismo Urtubey acumula horas de negociaciones opacas en los despachos oficiales y los no oficiales.
Es por eso que el hecho de que Urtubey haya vuelto ahora al redil del kirchnerismo, más que indignar, alivie a quienes siempre han pensado que todos los colectivos lo dejan bien al muy versátil y maleable exgobernador de Salta. Si antes fueron Romero y Menem, después fueron los Kirchner y Macri (causas que abrazó con idéntica pasión), hoy toca volver a ser kirchnerista. Urtubey se parece así a esos adolescentes veleidosos que dibujan varios corazones atravesados por flechas en sus cuadernos, pero siempre con letras diferentes.