Con que Sáenz hable claro ya será suficiente

  • Durante los pasados doce años los salteños hemos sido víctimas de una calculada deformación del lenguaje.
  • El fin de la era de la sanata

Juan Manuel Urtubey, el Gobernador de Salta que felizmente ha dejado de serlo, había adoptado la horrible costumbre de emplear vocablos y construcciones gramaticales estrambóticas con la intención de aparentar que su gobierno se encontraba a la vanguardia y más cerca que ningún otro de los grandes avances de las ciencias sociales.


Fue mucho el tiempo en el que los salteños estuvimos sometidos a una intoxicación verbal constante, de la que es único responsable este hombre, que inundó con su verborrea sin sentido los medios de comunicación, a sabiendas de que una enorme mayoría de ciudadanos iba a pensar que estaba haciendo maravillas y no chapuzas como las que realmente hizo.

Hoy el nuevo gobierno de Salta empieza una tarea muy parecida a la que tienen que hacer los equipos de rescate y limpieza después del paso de un gran huracán o de un devastador terremoto. Es decir, tienen que empezar a retirar los escombros y excavar para intentar hallar vida en el fondo de la catástrofe.

Es una tarea que seguramente les va a llevar tiempo, pero en este ínterin sería muy bueno que comprendieran que el atraco a mano armada que hemos sufrido los salteños en el último docenio ha utilizado como muleta un calculadísima estrategia de perversión del lenguaje, que hoy pagamos no solo con la desilusión que provoca confrontar las palabras grandilocuentes con la realidad sino también con la inevitable exigencia de un sacrificio que, si Urtubey se hubiera comportado de otra forma, no tendríamos por qué realizar.

Durante años y años el anterior Gobernador ha ido hasta los pueblos más recónditos y con menor nivel educativo hablando de ciertas cosas que ni siquiera conoce y que, si las conoce, no las practicó jamás. A casi todos nos vienen a la memoria expresiones tales como “economía circular”, “inclusión social”, “igualdad de género”, “resiliencia”, “logros exponenciales”, “sistema de monitoreo”, “desarrollo focalizado”, “abordaje territorial”, “inteligencia artificial”, “big data” o “vigilancia inteligente”.

Urtubey ha conseguido, a fuerza de insistencia, difuminar la línea que separa el rigor científico de la sanata pura y ha hecho posible que lo que son conceptos respetables se conviertan en medios para difundir la mentira, para ocultar la realidad y poner las apariencias al servicio de sus intereses políticos.

Muchas veces la deformación del lenguaje no ha estado presidida ni siquiera por el interés político sino por la intención de parecer moderno y chic, por el empeño de demostrar una actividad que no se realiza o una convicción que no se profesa. De algún modo, Urtubey se ha internado en las manipulaciones creativas propias de la literatura, pero sus excepciones transgresoras han desbordado el ámbito de la creación lingüística para penetrar en el mundo de las relaciones políticas.

Urtubey ha utilizado sin rigor todo este palabrerío inútil generalmente para anular aquella parte de la realidad que no le gusta o que no le favorece a la percepción de su propia «grandeza». Todo aquello que no contribuía directa o indirectamente al objetivo de endiosamiento del líder fue objeto de una distorsión de tal magnitud que ha terminado por transgredir todas las exigencias del uso fiable del lenguaje.

Tras su destructivo paso por el poder, Urtubey ha dejado una Salta adormecida y golpeada, menguada en su potencia pero rebosante de orgullo, porque la «lógica» de la aristocracia decadente cuyos intereses tuteló mientras fue Gobernador se autoimpuso siempre como argumento de supervivencia el de que «si hay miseria, que no se note» y el otro que dice que aun frente al escarnio de la miseria el orgullo es suficiente para mantenernos a flote.

Es decir, que el lugar que en nuestra sociedad debió ocupar la humildad fue llenado con palabras altisonantes, con vocablos y expresiones -algunas vacías, otras no tanto- que más que al servicio de la verdad se pusieron al servicio del maquillaje. El gobierno de Urtubey fue una máquina de fabricar palabras, así como el de Romero fue una factoría de símbolos.

Por eso es que Gustavo Sáenz tiene al alcance de su mano la llave para sacar a Salta de esa nube de confusos entredichos que ha propiciado el Gobernador saliente con su modernidad meramente postural. El nuevo Gobernador puede caer en el mismo error que su antecesor, aunque sería bueno que supiera desde ya que desde el gobierno no se puede utilizar el lenguaje verbal y menos el simbólico para pervertir los hechos, endiosar o degradar a las personas y convertir la realidad en lo que no es.

Es una vieja práctica del poder, pero más propia de los regímenes autoritarios que de los democráticos. Urtubey lo que ha hecho es solamente abrir unas cuantas páginas de Internet y copiar palabras huecas para engañar a los salteños y convencerlos de que viven en el mejor lugar del mundo, cuando basta con rascar un poco la superficie para que empiece a aflorar la horrenda miseria que sus políticas alocadas han alimentado.

Sáenz debe dar un golpe de autoridad y prohibir que sus funcionarios se aprovechen de la ingenuidad ciudadana o se valgan de la complicidad de los medios de comunicación o la venalidad de ciertos políticos para infectar el idioma y para torcer el significado de las palabras y los conceptos científicos.

Solo si acierta a descabalgar del lenguaje oficial la jerga de los gerentes y convierte la comunicación oficial en un diálogo llano y directo con el ciudadano, si los funcionarios no imparten lecciones desde un imaginario púlpito y se ponen al nivel de quienes sufren sus decisiones, el gobierno de Gustavo Sáenz habrá hecho ya una enorme y decisiva contribución a la democracia de Salta.