
Al final, la fecha ha llegado y lo que hasta ayer parecía un sueño loco (que Urtubey desapareciera de los primeros planos del gobierno) será esta misma mañana una realidad incontrovertible.
Gustavo Adolfo Ruberto-Sáenz Stiro recoge el testigo en medio de un clima de euforia instalado por algunos de sus seguidores más entusiastas, matizado por la cautela de un grupo bastante reducido de personas que por estas horas se encuentra febrilmente abocado a diseñar los primeros pasos del nuevo gobierno.
La situación en la que Urtubey deja la Provincia de Salta es calamitosa por donde se la quiera mirar y el descalabro influirá con toda seguridad en la eficacia de las políticas del nuevo Gobernador. Si bien los gestos diplomáticos de Saénz hacia su inmediato antecesor hacen presagiar que no agitará mucho las aguas, casi todos sus colaboradores son conscientes (y buena parte de sus seguidores así lo desea) de que hay que salir a denunciar la situación en que se encuentra Salta y abandonar cuanto antes el discurso hasta aquí imperante sobre la responsabilidad exclusiva del gobierno federal en los atrasos y fracasos provinciales.
Más allá de la situación financiera de la Provincia, del estado del tesoro público y de la posibilidad de que algún agente se vaya a la calle o deje de percibir su sueldo, lo que preocupa realmente es el «gap» que separa a Salta del resto del país y que la ha convertido en un territorio marginal, que clama por asistencia externa para poder sobrevivir.
Afortunadamente, Sáenz es lo suficientemente orgulloso para no dejar pasar por alto esta brecha de desarrollo (que a estas alturas es ya una brecha civilizatoria) y aunque el nuevo Gobernador ha pedido a sus ministros que «salgan a buscar fondos», la exhortación del nuevo jefe no significa que sus colaboradores tengan que salir como gallinas sin cabeza a ver de qué forma se van a pagar los sueldos y construir cordones cuneta.
Sáenz es consciente de que Salta necesita desarrollar su capital social, fortalecer sus redes de confianza y aprovechar sus escasas pero consistentes ventajas competitivas. Hace falta para ello una política educativa seria y con proyección de futuro, algo que parece avalar la designación de Matías Cánepa al frente del Ministerio de Educación.
El objetivo final del nuevo gobierno no consiste exclusivamente en que los salteños «vivan mejor» sino también, y muy especialmente, que puedan vivir de su propio esfuerzo y depender cada vez menos de las ayudas federales. Este principio es igualmente aplicable a la gran mayoría de municipios, pues la práctica totalidad de pueblos y ciudades del resto del territorio depende hoy para vivir de lo que el gobierno provincial pueda darles, y esta situación dista mucho de ser la ideal.
Pero Sáenz no solo está llamado a acabar con la comodidad de muchos de los que hasta aquí han vivido del Estado sin hacer grandes esfuerzos, sino que también tiene la misión de acabar con la soberbia del gobierno, con su autosuficiencia, con su ensimismamiento y con su alejamiento de la realidad cotidiana. El nuevo Gobernador debe saber que aunque consiga sentar en su gabinete a los mejores hombres y mujeres que pueda encontrar en las cercanías de su espectro ideológico, para solucionar de verdad los graves problemas a los que se ha de enfrentar requiere una proverbial humildad.
Gustavo Sáenz deberá tener a mano el teléfono de muchas personas con las que hoy no se sentaría a tomar ni un café. Si quiere de verdad ser un Gobernador «grande» y no un mezquino orgulloso como lo fue Urtubey, deberá incluso llamar a los indeseables y acordar con ellos. Ese gesto, a buen seguro, lo colocará en otra dimensión.
El Gobernador que hoy jura su cargo en Salta puede incluso pasar a la historia como el hombre que restituyó la racionalidad en el desempeño de su cargo, objetivo que conseguirá si se empeña en gobernar con la razón y con la ley (no con el capricho y el desparpajo) y el 10 de diciembre de 2023 entrega los atributos del mando a otra persona. Es decir, si no se perpetúa en el cargo, con o sin reforma de la Constitución.
En resumen: si el nuevo Gobernador acierta a combinar estas variables (rigor administrativo, vocación de cambio, entierro de la soberbia y la autosuficiencia, limitación temporal, generosidad política y flexibilidad ideológica) tendrá un lugar asegurado en la historia.
De lo contrario, se unirá a Urtubey en la galería de monstruos de la democracia salteña del tercer milenio.