Urtubey o los delirios de un dios tardío

  • El que fue Gobernador de Salta durante los últimos doce años y al que le quedan solo algunos días en la oficina, dedica el precioso tiempo de su ocaso político a pasear su estampa por los rincones más inverosímiles de su provincia, derrochando a su paso gestos populistas y repartiendo amplias sonrisas, con la intención de que los beneficiarios y destinatarios de los mismos le rindan pleitesía a él, cuando el que va a tener que pagar la factura de la fiesta es su sucesor, Gustavo Sáenz.
  • Cantos y sonrisas de despedida

Las cuatro derrotas electorales al hilo enhebradas por Juan Manuel Urtubey en los últimos dos años apenas si han conseguido rebajar un poco el alto perfil de quien se despide de la más alta responsabilidad política de Salta con la misma falta de humildad que caracterizó el compacto conjunto de sus tres mandatos consecutivos.


Salta queda prácticamente deshecha y el Partido Justicialista -todavía por él presidido- casi borrado del mapa político de Salta. Es que si hace 12 años Urtubey se hubiera propuesto alcanzar estas dos metas, cualquiera lo habría calificado como delirante.

De hecho, su actual esposa, empeñada en demostrar que la amarga pero previsible ruptura de Karina Rabolini y Daniel Scioli después de la debacle de 2015 fue un accidente cósmico, se muestra hoy en las redes sociales alegre, cantarina y cada vez más enamorada del candidato derrotado. Tal parece que para algunas celebridades las derrotas electorales inhiben su encanto personal, pero, para otras, el hecho de perder unas elecciones refuerza de manera sorprendente el atractivo masculino. Deben de ser seguramente las feromonas que se desprenden de las máquinas de voto electrónico cuando se encuentran en idle.

Urtubey y su esposa han encontrado en las sonrisas y los arrumacos el sucedáneo perfecto de la autocrítica. En lugar de practicar un poco el anticuado vicio de la sinceridad y de decir, por ejemplo: «Me gustaría marcharme dejando a Salta en una situación mejor de la que está», Urtubey se despide del cargo con gestos grandilocuentes, entre los que figura el pase a la hipertrofiada planta permanente de agentes del Estado de varios millares de contratados precarios, con los que seguramente va a quedar de maravilla por tan magnánimo gesto, pero cuya factura salarial deberá pagar el futuro gobierno con el esfuerzo contributivo de todos los salteños.

Felizmente, la página web oficial del gobierno ya no recoge con tanto entusiasmo las veleidosas giras inauguracionales con las que Urtubey pretende despedirse de los salteños como un dios menor. Pero ha querido la mitología que los excesos amorosos de su esposa en Instagram -que son públicos y por tal motivo se comentan aquí- lo hagan aparecer, no como una deidad del Olimpo, sino más bien como un fauno en celo de los valles subandinos.

El problema no es desde luego del que no tiene nada que perder y aprovecha hasta el último minuto en su cargo para reírse a mandíbula batiente de los que él mismo alguna vez llamó «los boludos que aplauden», sino el silencio suicida de los equipos que el ganador de las pasadas elecciones ha designado para organizar la sucesión en el gobierno. Cuando mañana Gustavo Sáenz no encuentre ni las cucharillas en la residencia oficial de Finca Las Costas, y los que él designará como encargados de luchar contra la pobreza se vean obligados a comprarle el ‘Proyecto Horus’ a Abeleira y su ballet, el próximo Gobernador de Salta lamentará seguramente no haberle puesto límites de razonabilidad y recato al semidios caído y aplacado sus apetitos de figuración tardía.