El triunfo de Sáenz en Salta es también un triunfo del kirchnerismo

  • Una sorprendente mayoría de medios y comunicadores públicos -incluidos especialistas con cierta experiencia- han efectuado ayer una lectura superficial y fragmentaria de los resultados electorales que se han producido en las primarias de Salta.

El triunfo de Gustavo Sáenz -candidato solitario dentro de su propio frente político- debe ser interpretado, en primer lugar, en el contexto de las primarias, lo que significa al menos dos cosas:


1) Que estamos frente a un resultado provisorio que apenas si puede servir para medir la popularidad de un candidato o de una lista en un momento determinado; y

2) Que nos hallamos frente a un resultado que solo se debe interpretar en clave estrictamente interna.

No se puede, por tanto, establecer distancias fijas o aproximadas entre la popularidad de los principales candidatos, y no tener en cuenta, entre otros factores, que dos de los cuatro frentes que presentaron candidaturas debían dirimir en estas primarias quién será su candidato a Gobernador.

Sáenz no tenía contrincante y, por lo tanto, sus resultados no se pueden comparar ni poner al lado de los que obtuvieron Sergio Leavy y Miguel Isa, que competían entre sí dentro de una misma agrupación política.

Practicar sumas o restas arbitrarias, a partir de unos resultados que solo tienen la utilidad ya señalada en los párrafos anteriores, es un error que no se puede cometer sin consecuencias.

Pero dejando a un lado la particular naturaleza de estas «elecciones» y su bajo poder decisorio, lo cierto es que en Salta el kirchnerismo se distribuyó estratégicamente entre fuerzas políticas diferentes, pero no porque así lo hubiesen decidido los propios kirchneristas (que no la vieron venir), sino porque tal fue la respuesta del actual Gobernador de la Provincia, Juan Manuel Urtubey (un kirchnerista orgánico definido a sí mismo como anticristinista) frente al riesgo de perder las elecciones de forma escandalosa en su propia provincia.

Ha sido, pues, Urtubey el que ha movido los hilos del kirchnerismo en Salta, lo que queda demostrado de forma patente por lo siguiente:

1) Los dos principales candidatos del kirchnerista Frente de Todos en Salta (Sergio Leavy y Miguel Isa) son aliados estructurales e incondicionales de Urtubey, a quien aquellos dos responden incluso por encima del propio kirchnerismo.

2) El segundo principal candidato del frente de Sáenz (Antonio Marocco) es un kirchnerista de pro, que fue ministro de Urtubey, fundador del Partido de la Victoria (que fue el que aupó a Urtubey al poder en 2007) y estrecho amigo personal de Alberto Fernández.

3) El apoyo decidido del frente de Sáenz a la candidatura de Urtubey a Vicepresidente de la Nación, en desmedro de la candidatura de Mauricio Macri.

4) El giro copernicano de Juan Carlos Romero, quien antes del pasado 11 de agosto se mostró decididamente partidario de la reelección del actual Presidente de la Nación y de la candidatura de su colega Miguel Ángel Pichetto, pero que tras los pobres resultados de las primarias nacionales se ha acercado silenciosamente a Alberto Fernández y al kirchnerismo, para salvar el escaño de senador nacional que ocupa desde la década de los ochenta del pasado siglo y que hoy corre serio peligro, y para intentar prolongar su ancestral dominio sobre la política salteña mediante la promoción de su hija al cargo de Intendente Municipal de la ciudad de Salta.

Es decir, que la derrota del kirchnerismo en Salta ha sido más imaginaria que real.

La realidad es que en las primarias de ayer se han enfrentado dos sectores marcadamente diferentes del peronismo local, cuya división se remonta a la década de los años 70 del siglo pasado. Por un lado, un sector más dogmático que eficaz que simpatiza con la que se podría denominar «izquierda peronista» (Leavy, Isa, etc.), y, por el otro, un peronismo clientelar de derechas, más estructurado y cohesionado alrededor de los valores clásicos del movimiento fundado por Perón, pero huérfano casi absoluto de referentes intelectuales, y que siempre se ha expresado en Salta a través de figuras de la oligarquía local o de personajes que cuidaron sus intereses.

En medio de estos dos sectores aparece intercalada una amplia franja que danza y coquetea con los extremos y que tiene por norte solo el control del poder y que aspira seguir controlando las decisiones fundamentales de Salta por lo menos hasta 2070. Es precisamente la inusual amplitud de esta franja, ora kirchnerista ora peronista tradicional, la que impide interpretar los resultados de las primarias como una sentencia tajante y definitiva sobre la preeminencia de algunos de los dos sectores enfrentados.

Cuando en noviembre próximo concluya el tortuoso proceso electoral salteño, los dos sectores -no solo la franja intermedia- intercambiarán favores y anularán la posibilidad de que exista oposición política en Salta. Y esto, que no es nuevo, no tiene nada que ver con la dicotomía kirchnerismo/antikirchnerismo que agita la vida social del país, sino que es una solución vinculada a la propia estructura socioeconómica de Salta y a su atraso secular, pues en una provincia pobre, en la que el principal agente económico es el Estado, casi todos -por no decir todos- tienen que vivir de él y hacerlo en condiciones de relativa estabilidad y calma.

En tal sentido, quien mejor garantiza la síntesis entre las partes aparentemente fragmentadas es, sin dudas, Gustavo Sáenz, despreciado por Urtubey primero, arrinconado después por su gobierno y hoy convertido en la principal garantía de su completa impunidad. Sáenz tendrá en frente, y no por mucho tiempo, a la parte más aparentemente irreductible y sobreideologizada del kirchnerismo local, pero no habrá chispas. Entre otros motivos no las habrá porque Sáenz baraja el escenario -bastante probable, por cierto- de tener que «cohabitar» con un gobierno nacional kirchnerista en los próximos cuatro años. Ni a Sáenz ni a ningún otro (pero especialmente no a Sáenz) le conviene gobernar una provincia señalada y asfixiada por el gobierno federal.

La gran «casa común» peronista, escenario de los grandes reencuentros y del regreso sin pena de los hijos pródigos, obrará nuevamente el milagro de unir a las partes diversas y de hacer que el pasado solo sea un mal recuerdo.

Por este motivo, y por algunos más, se debe proclamar, para desasosiego de algunos comunicadores del sur del país, que el kirchnerismo no ha salido derrotado de las primarias de Salta sino casi todo lo contrario.