La ‘herencia’ más pesada de Urtubey: La desconexión de Salta con el resto de la Argentina y el mundo

  • Cuando por fin acabe el larguísimo mandato de Juan Manuel Urtubey como Gobernador de Salta -lo que felizmente ocurrirá el próximo 10 de diciembre- Salta será, sin dudas, una provincia más desconectada del conjunto nacional, más aislada de la región en la que está inserta y virtualmente inexistente en el mundo que la circunda.
  • Fin de ciclo con nubarrones

Y lo será mucho más que antes de 2007, fecha en que Urtubey inició su aventura.


Si la desconexión intrarregional y la mundial se explican en cierto modo por el abrazo mortal al peronismo más xenófobo y autosuficiente, la que afecta las relaciones de Salta con el resto de las provincias y, especialmente, con el Estado federal del que forma parte inescindible, no solo es inexplicable sino que es también sumamente preocupante.

Copiando el estilo chabacano de su antecesor, Urtubey ha convertido a su gobierno en una enorme maquinaria de fabricar símbolos. Probablemente a causa de un profundo complejo de inferioridad periférica, o probablemente también por sus necesidades puntuales de legitimación, el gobierno de Urtubey se ha esmerado en exaltar las particularidades de Salta y la idiosincrasia sublime, única e irrepetible de los salteños, colocándose a él, por supuesto, en el vértice de todo el sistema identitario.

El resultado es que Salta está hoy más aislada y solitaria que nunca. Por tanto, los salteños de hoy son mucho más vulnerables que los que vivían en nuestra Provincia hace solo 25 años atrás.

Urtubey ha ideado una Salta desconectada de las redes de gobierno (que proporcionan fortaleza y recursos para gobernar), desdeñosa con los foros regionales (que agilizan la movilidad y alumbran oportunidades) y confrontativa con el gobierno federal (del que somos socios y no enemigos jurados).

El gobierno que ahora fenece ha esculpido con paciencia una Salta altiva y orgullosa, sin motivo ni razón para ello, salvo los deseos de glorificación personal del líder y su apetito bulímico por la figuración y el faroleo.

Las consecuencias económicas de este aislamiento, están a la vista estos días. Urtubey quiere defenderse echando balones fuera al decir que todo lo malo que le pasa a Salta es culpa del presidente Macri, pero es más cierto que si Salta se hubiera abierto oportunamente a la cooperación y hubiese construido redes estables de contención, hoy los efectos de la crisis económica no serían tan visibles y perniciosos como lo son.

Pero fuera parte de lo que es la economía, Urtubey ha vulgarizado la cultura y propiciado la autarquía intelectual (por ejemplo, intentando imponer una versión oficial de nuestra historia e inventándose heroísmos de diseño) y lo ha hecho hasta unos límites que difícilmente se puedan explicar.

El gobierno ha convertido en iconos a folkloristas de muy poca monta, en la convicción de que cultura popular es sinónimo de entretenimiento de la plebe y de espectáculos de muy baja calidad. Para comprobarlo, solo basta con repasar la lista de artistas subvencionados por Urtubey y sumar una a una las cantidades que les han sido transferidas.

Salta es hoy también una provincia sin ley, sin brújula política y con una instituciones carcomidas por el clientelismo y la ineficiencia, ambos vicios cultivados con mimo por un Gobernador enamorado de sí mismo y receloso de quien pudiera contradecirlo o hacerle sombra.

No se equivocan quienes dicen que, tras los 12 años de gobierno ininterrumpido de Urtubey, sin oposición y sin controles democráticos, Salta es hoy más parecida a Formosa que a Mendoza. Las cifras tercermundistas de la contabilidad social así lo ponen de manifiesto. La de mujeres asesinadas y la de empleo en negro, las primeras.

Pero es que Salta, si se hubiera conectado provechosamente con los territorios y los gobiernos con los que está llamada a entenderse y cooperar, tendría hoy aproximadamente la mitad de los problemas que tiene.

Mirarnos el ombligo continuamente nos ha salido demasiado caro.

El sucesor de Urtubey que resulte electo en los próximos comicios tendrá delante de sí la difícil tarea de volver a coser el mapa de Salta e intentar regresar a los circuitos que nunca debió abandonar, y menos en nombre de una ambición personalista fronteriza con el narcisismo patológico.

No será una tarea fácil ni de poco tiempo. El atraso que han provocado el personalismo absorbente de Urtubey y su opción por la Salta indómita durará muchos años y frustrará a cientos de miles de salteños todavía.

Gracias a Urtubey, los salteños tienen hoy muchas menos cosas en común que sus vecinos. La educación se ha vuelto endogámica y autista, hasta el punto que la mayoría de los salteños que tienen hoy entre 18 y 26 años afrontan muy serias dificultades para encontrar su camino y sus oportunidades en una provincia cerrada, fracturada y desintegrada hasta niveles nunca antes conocidos.

El aislamiento y la desconexión no solo nos han hecho vulnerables sino también crecientemente dependientes. No queremos reconocerlo -Urtubey el primero- pero Salta no produce lo suficiente (o no tiene la capacidad redistributiva adecuada) para vivir solamente de nuestro esfuerzo. Necesitamos del auxilio de otros territorios y esta dependencia se pone de manifiesto en los aspavientos que el gobierno de Urtubey ha hecho frente a las últimas medidas económicas del presidente Macri.

La necesaria autonomía política de Salta debe ser entendida y ejercida como lo hacen muchos países del mundo que resuelven aliarse con otros para formar bloques regionales. Urtubey ha practicado una autonomía de símbolos que ha dejado a Salta a merced de los vaivenes del mundo y cada vez más expuesta a las crisis recurrentes del sistema.

Urtubey se ha olvidado de proteger Salta, cegado por la lumbre de la ambición personal que solo llama a protegerse a sí mismo.