Los porteños son los únicos sorprendidos por la alianza de Urtubey con el kirchnerismo en Salta

  • Los medios de comunicación de alcance nacional han reaccionado con sorpresa y una pizca de escándalo a la -según ellos- inesperada noticia de la ‘convergencia’ entre el kirchnerismo más o menos estable de Salta y notables miembros del equipo de Urtubey.
  • Son todos ganadores

La reacción ha servido para poner de manifiesto el buen trabajo que Urtubey y su gente han venido haciendo fuera de Salta durante los últimos dos años para convencer al gran público de que él está tan lejos de una como de otra de las irregulares orillas de la grieta, y que él ya no tiene nada que ver con Cristina Kirchner, a quien dice aborrecer, cuando solo algunos pocos años atrás pedía para ella «cien años de gobierno».


Para los salteños -mucho más y mejor informados- el hecho de que una parte importante de los seguidores de Urtubey (Leavy, Isa, Godoy, etc.) haya hecho piña no es ninguna novedad ni significa un nuevo y escandaloso outing del cambiante y misterioso Gobernador, así como tampoco les sorprende que otra parte no desdeñable de sus huestes (Posadas, Zottos, David, etc.) se haya rendido a los pies de Sáenz. Y si contamos con que Olmedo también tiene su cuota de oficialistas en su chiringuito, se podría decir que en Salta ha nacido el panurtubeysmo.

Claro que quizá es un nombre pomposo para una táctica -antigua como el andar a pie- que consiste en colocar los huevos en varias canastas, de modo que cuando se recuenten no haya ni un ganador ni un perdedor claro y que, en todo caso, Urtubey pueda proclamarse vencedor cualquiera sea el resultado.

Se equivocan los medios nacionales si piensan que estos movimientos son definitivos. En cuanto gane Leavy (si es que gana) gente como Posadas, Zottos, David o incluso Olmedo, harán cola como lo hacen los acreedores en los procesos concursales para verificar sus créditos; es decir, sacarán a relucir sus carnets peronistas (especialmente Zottos, el más peronista de todos) y todos volverán a entrar por la puerta grande de esa amplia y acogedora «casa común» con la que sueña el Indio Godoy cada vez que el peronismo se asoma al abismo de la disgregación total y se enfrenta al peligro de perder unas elecciones.

Así, bien repartido, el peronismo nunca ganará, pero tampoco perderá jamás. El truco parece un poco estúpido, pero de verdad que hay que pensarlo varias veces.

Por otro lado hay que tener en cuenta que ni Leavy, ni Isa, ni Godoy son kirchneristas de pata negra; es decir, no son -como se dice- óvulos sueltos de Cristina, sino unos señores que en su escala de lealtades más íntimas y caseras lo tienen primero a Urtubey y solo después de ciertas y determinadas condiciones a los Kichner. Por supuesto que para esta buena gente, la figura de Alberto Fernández es como la de Shemp (el cuarto chiflado que reemplazaba a Curly) o la de Jaimito el Cartero, para quien prefiera la comedia mexicana.

No, las agujas no se han vuelto locas en Salta. Al menos en lo que al peronismo se refiere.

Ligeramente diferente es el caso de la Unión Cívica Radical que, siguiendo el modelo de su antiguo antagonista aunque no superándolo, se rompió en varios pedazos como quería o había vaticinado Leandro N. Alem (que temía que se doblara) y al final terminó sellando un ominoso acuerdo con Olmedo, mientras que otra parte representada por el plástico Miguel Nanni se ha ido a hacer sus pinitos con Romero. Pero ahí no termina la cosa, ya que otros -el concejal Córdoba, más los descontentos con el Comité Provincial- han decidido buscarse la vida en la bulliciosa y variopinta interna macrista de Sáenz. Y todo eso sin contar con que un sector bastante influyente, liderado por el diputado Chibán, se ha quedado para vestir santos.

Modelos parecidos pero no idénticos, decíamos, porque el PJ, más zorro, se distribuyó estratégicamente entre diferentes frentes para servir mejor y más puntualmente a los intereses estructurales de Romero y de Urtubey como quizá nunca antes lo hizo en la historia, mientras que la UCR, más ingenua, directamente implosionó por falta de liderazgo y la ausencia de una visión uniforme de los más graves problemas pendientes de solución en Salta.

Al final, han sido tres y solo tres los motores que han impulsado la conformación de frentes provinciales en Salta: 1) el rechazo hacia el otro (el «no pasarán» que algunos entonan contra Macri y otros contra los kirchneristas); 2) el desesperado deseo por «estar»; algo así como el abelcornejismo en versión electoral, y 3) el incontrolable miedo a perder. Es decir, odio, protagonismo y pánico; no ideas, programas, soluciones ni compromisos.

Seguramente tardaremos varios años en reponernos de esta insólita lección de civismo a la inversa que nos han dado los principales dirigentes políticos de Salta, pero lo bueno dentro de lo malo es que nadie ha querido quedarse afuera y nadie se va a quedar afuera.

Sucederá en todo caso como en aquella maratón de Nueva York que a mediados de los noventa reunió a un grupo de selectos espectadores en un lujoso piso de First Avenue y en la que, al paso de los corredores por debajo de la ventana, la dueña de casa gritó: «You’re all winners», mientras dos de los asistentes discutían quién era el más idiota de ellos. Al escuchar la eufórica declaración de ganadores múltiples, uno de los que discutían sobre el summum de la idiotez le dijo al otro: «Pero, de repente, ha emergido un nuevo contendiente».