
Se trata de una de las mejores noticias que los salteños hayamos tenido en mucho tiempo, por razones que son bastante fáciles de explicar y que, si el lector me lo permite, intentaré resumir aquí a pesar de su manifiesta obviedad.
Los colectivos de Salta en Internet favorecen sin dudas nuestra inserción en el mundo. Una ciudad de las dimensiones humanas y territoriales de Salta que no tuviera este servicio disponible tanto para sus residentes como para sus visitantes sería hoy una ciudad marginal y casi inexistente.
Esto a su vez se explica porque el ser humano de hoy en día, que afortunadamente tiene muchísimas más opciones para desplazarse por el mundo que sus ancestros, elige sus destinos en base a este tipo de detalles. Por ejemplo, si los billetes aéreos a Salta no se pudieran comprar en Internet o a través de una aplicación de móvil, o si en Salta no se ofreciera alojamiento por AirBnB o incluso si hubiese coches de Uber o Cabify disponibles, es casi seguro que el viajero -y no digamos ya el inversor- elegirían otros destinos.
El mundo de los grandes movimientos humanos -incluidos los desplazamientos de los factores de producción- tiende a hacerse uno solo, lo cual no quiere decir inmediatamente que estemos construyendo un mundo monocolor y uniforme, sin matices culturales o sin particularidades regionales.
Al contrario, lo que buscan los movimientos humanos es precisamente la diversidad cultural, pero antes quieren una mínima garantía de homogeneidad en ciertas cuestiones clave, entre las que seguramente se cuentan la calidad y los servicios de los aeropuertos, la accesibilidad y rápida comprensión de las redes de transporte y comunicaciones, la facilidad de uso y la transparencia de los sistemas bancarios y una cierta homogeneidad de la asistencia sanitaria, la calidad de los alimentos y de los hospedajes, y aunque parezca raro, la sencillez de los sistemas políticos.
Llegar a un sitio relativamente bien dotado de opciones tecnológicas y no alcanzar a comprender su sistema político o su sistema legal es frustrante para la mayoría de los viajeros informados, cuando no decididamente peligroso. El viajero -por no hablar ya del oriundo- debe poder ser capaz de saber lo que vale su libertad en el territorio que pisa, y para conocer el exacto valor de la libertad en un lugar determinado es preciso saber cómo funciona su sistema político.
Después del espectáculo de ayer, si Google quisiera indexar los datos de los cientos de partidos, siglas, candidatos, frentes y contrafrentes que existen en Salta y que se han apuntado para participar en las elecciones, sus poderosos ordenadores de inteligencia artificial se volverían locos en cuestión de minutos y echarían humo por sus puertos RJ45. El solo intento de comprender cómo funciona la maquinaria de la política doméstica en Salta haría estallar a todo Mountain View.
Por eso es que, al lado de la mejor noticia (la de nuestros colectivos en Google), ayer hemos conocido la peor (la cantidad de locos sueltos que produce la política de Salta).
El problema no es ya el que semejante complejidad termine ahuyentando a potenciales visitantes o inversores que jamás nos entenderán y ni siquiera harán el intento, sino que se confunda y que mantengamos en una confusión duradera y profunda al que aquí vive, al que no se va a mover de aquí, que es quien tendrá la responsabilidad de elegir entre esa web de hilos cruzados, subterráneos y retorcidos.
En Salta no hay analista político capaz de desentrañar todo esto. La vieja ilusión positivista de escudriñar la «realidad política» sin dejarse influir por las emociones o evitando colar prescripciones en el análisis, se vuelve en nuestra contra cuando nos enfrentamos a un auténtico esperpento como este.
Me pregunto cómo puede reaccionar el observador, qué emociones puede experimentar el analista frente a un espectáculo tan profundamente antiestético, tan degradante desde el punto de vista moral y tan destructivo desde el político, como el que ha dado ayer la mayor parte de la clase política salteña. Lo menos que se puede decir frente a lo que hemos visto es que se trata de un mamarracho; y aun así, parece que nos quedamos cortos y no acertamos a describir el engendro.
Antes de Google, el viajero que llegaba a nuestros valles buscaba, con un mapa imposible de desplegar en sus manos, calles y monumentos con cierta dificultad, hasta que por cansancio recurría a los servicios de algún oriundo de buena voluntad para que le explicara un poco dónde estaba parado. Imaginemos, pues, a un suizo, atrapado en su propio laberinto, dando vueltas sobre sí mismo en la esquina de Caseros y Córdoba mientras se rasca la cabeza intentando desentrañar cómo funcionan en Salta el gobierno, las elecciones y el sistema de partidos.
Como su smartphone se ha recalentado por el esfuerzo y la Wikipedia no le aporta ningún dato significativo, le pregunta a un transeúnte que descendiendo por la calle Córdoba se dirige pausadamente al Correo, seguramente a cobrar algún subsidio, porque ya casi nadie echa cartas.
Y obtiene la siguiente respuesta:
Mire usted, señor suizo. En Salta gobierna Juan Manuel Urtubey, que sucesivamente ha sido menemista, romerista, cristinista y macrista, pero que ahora se candidatea para Vicepresidente de la Nación, junto a Roberto Lavagna, que fue uno de los alfiles del finado Néstor Kirchner. Pero ¡atención! Ni Lavagna ni Urtubey son kirchneristas; ellos son otra cosa porque se han elevado por encima de la grieta. Esto le ha permitido a Urtubey (que no puede repetir ya como Gobernador de Salta) infiltrarse en todos los frentes que competirán en las próximas elecciones para elegir al próximo Gobernador. Para empezar, en el frente que lleva como candidato a Gustavo Sáenz, que es exmassista (recuerde que hace cuatro años fue candidato a Vice de Sergio Massa, un exkirchnerista que ahora volvió con el kircherismo). Pero Sáenz no apoyará como candidato a Presidente al del kirchnerismo (a pesar de tener a muchos kirchneristas en sus filas), sino a Urtubey, quien no solo le ha hecho la vida imposible en sus cuatro años como Intendente sino que lo ha venido despreciando personalmente desde que ambos iban al Bachillerato Humanista en los años 80. También tiene Urtubey algunos jugadores metidos en el equipo de Alfredo Olmedo, con quien ha coincidido muchas veces en asuntos como el aborto, el matrimonio homosexual, la defensa de la familia, y ya se imaginará usted cuántas cosas más. Pero más jugadores tiene Urtubey incluso en el equipo del Oso Leavy, un antiguo menemista que luego hizo buenas migas con Urtubey pero que al final resulta que no apoyará a Lavagna sino que votará para presidente a Alberto Fernández y a la viuda de Kirchner. Le puede parecer a usted extraño, pero algo parecido sucede también en el Partido Obrero, pues Urtubey aprovechó para partirlo en dos, asegurándose de que fuesen candidatos Claudio del Pla y Pablo López que lo vienen siendo incluso desde antes de que Trotksy recibiera el golpe mortal con el maldito piolet y que, por supuesto, le sientan de maravilla a Urtubey. A todo esto, cuente usted con que Miguel Isa (un antimacrista que hoy es Vicegobernador del macrista Urtubey) disputará una interna con Leavy; que Javier David que hasta solo unos minutos jugaba con Leavy ahora parece que va a disputar una interna para ser candidato a Intendente en el frente de Sáenz, y que los radicales de la UCR algunos se van con Sáenz, otros -como Miguel Nanni- juegan en el espacio romerista, pero la UCR en sí ha firmado con Olmedo, ¡fíjese lo que son las cosas! Todo eso sin contar con el Indio Godoy -¿lo conoce usted verdad?- apoyará a Urtubey, pero su hijo está en un frente que apoya a los Kirchner, lo cual significa que el 'peronismo orgánico' padece una especie de esquizof... (no voy a decirle esta palabra, no sea cosa que alguien me denuncie al INADI). En suma, mi amigo: si usted está buscando un colectivo, sepa que todos lo dejan bien a donde usted va.
Al final, si el suizo tuviera que votar en las elecciones salteñas, seguramente lo haría por el gerente de SAETA, que al menos puso a trabajar a sus informáticos para que Salta estuviese en el mundo, y no por los otros, que con su desvarío y su falta de inteligencia no hacen sino alejarla cada vez más.