Los que se acercan a Sáenz por interés y lo incomodan

  • Aupado por una corriente de aire ascendente, el Intendente Municipal de Salta, Gustavo Sáenz, ve cómo sus números mejoran de forma sostenida en las encuestas de intención de voto para Gobernador de la Provincia.
  • El candidato en su laberinto

Esta tendencia al alza ha despertado en el señor Sáenz un cierto ángel «frentista», que le ha llevado a formular un llamamiento a macristas, kirchneristas, radicales, peronistas y urtubeystas a sumarse a su candidatura.


Sáenz parece llevar bastante bien esta apertura, pero no tanto algunas personas de su entorno, que están viendo ahora cómo los que hasta hace poco denostaron a Sáenz llamándole «intendente mendicante» y le colocaron en su frente la desdorosa etiqueta de «macrista», hoy se cuelgan de su saco y se dan de codazos para sacarse la foto con él.

Mientras se trate de sumar votos, todo vale. Ese parece ser el lema que preside y orienta esta actitud generosa de un hombre que durante cuatro años ha hecho un esfuerzo enorme por gobernar una urbe caótica, abatida por la pobreza y la precariedad, con casi todo el aparato del gobierno provincial en contra.

Sáenz es consciente de su mérito y de su sacrificio, pero si acaso más conscientes lo son aún los que vienen acompañando -a veces silenciosamente- su esfuerzo desde finales de 2015, y que ven ahora con cierta decepción que personajes que hasta hace poco oficiaban de monjes negros y feroces críticos del gobierno municipal y de sus políticas, se muestran ahora entusiasmados con la figura de Sáenz, le diseñan la campaña y le andan pidiendo selfies.

A decir verdad, durante los últimos cuatro años, Sáenz ha logrado cohesionar un equipo de colaboradores bastante activo y comprometido con el servicio público. Es legítimo y razonable que quienes integran este equipo se sientan incómodos o, incluso, amenazados, por el desembarco de oportunistas que nunca aportaron nada al buen gobierno municipal y que, al contrario, solo pusieron obstáculos y erigieron barreras al crecimiento político de Gustavo Sáenz.

El saencismo de la primera hora está llamado a reaccionar. Con independencia de los compromisos electorales que ha podido contraer su jefe de filas, esta es la hora de que los más destacados colaboradores del Intendente hagan un esfuerzo por diferenciarse de los oportunistas, de aquellos que alguna vez pretendieron crear una municipalidad paralela jugando a los videojuegos de las competencias fantasiosas de una todavía más fantasiosa «área metropolitana».

Con el favor de las encuestas, Sáenz tranquilamente puede ya tomar distancia emocional de los problemas municipales y dejar que lo que él conquistó en buena lid en 2015 sea asumido por otros. Lo que no debería permitir -y no deberían hacerlo quienes hasta hoy han sido sus colaboradores más cercanos y eficientes- es que unos recién llegados hagan piña en torno de la figura de Saénz para llenar sus mochilas de piedras.

Los mismos que hoy intentan rodear a Sáenz después de haberle disparado con munición gruesa durante cuatro años preparan en las sombras una batería de medidas legales que tienen un solo objetivo: sujetar de pies y manos al próximo Gobernador de Salta. Si Sáenz resuelve acudir con ellos a las elecciones como fieles escuderos, prescindiendo de quienes hasta hoy lo han ayudado a llegar, es muy probable que -en caso de ganar- deba de pagar un alto precio en forma de limitación de sus facultades.

Si algo ha demostrado Sáenz en estos años es talento y sensibilidad. No parece razonable, pues, que por un exceso de esta última cualidad su plataforma política se llene de indeseables. La tarea de un líder no es solamente la de predicar como Jesucristo aquello de «a los que vienen a mí no les echaré fuera», sino la de seleccionar los apoyos, porque un gesto como este permite distinguir con más facilidad entre aquellos que buscan servir a sus semejantes y aquellos que solo quieren llegar por el morboso placer de llegar.

Para ganar y poder gobernar hay que acertar a derrotar al contrario. No todos pueden ser amigos, lamentablemente. Llega un momento en la vida en que hay que saber elegir con quién compartir el camino y con quién no.