No se puede luchar contra la grieta cavando otra grieta

  • Una ráfaga de viento, que ni siquiera es el Zonda, ha dado por tierra con ese castillo de naipes construido por quienes, con cierta ingenuidad, pensaban que en un país atravesado por la grieta se podía construir otra para achicar la original.
  • Un grave error estratégico

El error comenzó con la elección del nombre de #AlternativaFederal, pero no tanto por lo de alternativa (que al fin y al cabo es pasable) sino más bien por lo de federal, que es el mejor adjetivo para calificar todo aquello que en la Argentina no tiene sustancia, explicación ni contenido ninguno.


El principal reclamo publicitario del hoy casi extinguido espacio era la superación (por elevación) de la grieta. Es decir, que si la grieta no existiese, tampoco tendría sentido una alternativa. La ausencia de grieta hace ontológicamente imposible la existencia de una alternativa. Por eso es que a los alternativos nunca les interesó sinceramente acabar con la grieta sino en todo caso hacer todo lo posible para que se mantuviera y fuese cada vez más notoria y disgregadora.

El error siguió por efectuar un llamamiento a la concordia de todos los argentinos trazando previamente líneas rojas y estableciendo cordones sanitarios alrededor de ciertas figuras políticas. Convocar a un gobierno de concentración nacional excluyendo a unos y a otros es un error de principiante.

En el fondo, si bien no en la forma, #AlternativaFederal no fue más que un intento de cavar otra grieta, que separase a los teóricamente no-grietosos de los otros.

La apuesta era hasta un cierto punto inteligente, puesto que en una sociedad profundamente dividida como la argentina, casi partida por mitades, el discurso de la conciliación, la concordia y el abrazo fraternal no tenía ni tiene ningún futuro. Por eso, por debajo del discurso, alguien diseñó una estrategia más segura que consistía en aprovecharse de la división (en alentar el espíritu cainita de los argentinos) para trazar nuevas fronteras ideológicas. La razón por la que los ciudadanos no se han tragado la segunda grieta la deberán averiguar en todo caso los historiadores. Lo que hoy se puede decir es que la estrategia alternativa ha fracasado.

Hasta que el nuevo debate legislativo sobre la despenalización del aborto vuelva a agitar las conciencias y llevarnos hacia los extremos, los argentinos no quieren más grietas que las conocidas.

Es decir, quieren que la de octubre próximo sea una elección fuertemente polarizada, como lo fue la anterior. No importa qué tan puras sean las fórmulas que se presentan; interesa lo que cada una representa de cara al elector. Y en esta discusión ha quedado comprobado que #AlternativaFederal no tiene mucho para aportar, más que un discurso lukewarm y escasamente creíble.

Una parte importante de la sociedad argentina está ansiosa de votar contra el otro. Y si las elecciones se deciden por los rechazos más que por la adhesión, es en cierto modo inútil reclamar programas, coherencias y cumplimiento de promesas. Aquí de lo que se trata es de ejercer de dique para que el contrario no avance. Y esta visión incompleta de la democracia no es patrimonio de un solo bando sino de los dos en liza. Los alternativos planteaban también algo parecido, pero se encontraron con que el cliente prefiere las dicotomías originales (las duras), y no las malas copias.

Con la incorporación de un peronista a la candidatura de Macri, la Argentina ha dado sin dudas un paso atrás, pero ha ganado algo de aire para su aspiración de volver al mundo, que no admite ya más demoras ni pausas por nuestra indefinición. De cara a lo que el mundo espera de nosotros, la elección está igualmente polarizada: o volvemos a encerrarnos, como en la época de los Kirchner, o nos abrimos al mundo, aceptando de antemano las consecuencias de nuestra propia debilidad nacional. Evidentemente, para esta otra grieta, #AlternativaFederal nunca tuvo una respuesta.