Urtubey coloca a sus activistas en partidos diferentes que pugnan por imponer al futuro Gobernador de Salta

  • Cualquiera que por estas horas acierte a examinar, superficialmente y sin ataduras mentales, el panorama político de Salta no dará crédito a sus ojos al comprobar cómo el Gobernador de Salta y candidato a Presidente de la Nación, Juan Manuel Urtubey, está consiguiendo penetrar con facilidad las débiles estructuras de los partidos políticos locales, con la intención de transmitir a la gran audiencia nacional la falsa imagen de que ‘todo Salta’ apoya su candidatura presidencial.
  • Algo se mueve en la política de Salta

Yarade, Romero, Isa, Sáenz, Leavy, David, y algún otro pájaro de cuentas que ha inscrito su nombre en la (por ahora) alocada carrera para ceñirse el maillot de Gobernador de Salta, mantienen incrustados en sus organizaciones a pequeños dirigentes que dicen que apoyan a Urtubey (Posadas, Lara Gros, Godoy y otros de similar estatura), desde las posiciones ideológicas y las ofertas programáticas más contradictorias y variopintas.


Parece que los doce años en los que Urtubey ha encarnado la transfixión de Güemes le han cundido al Gobernador, puesto que hoy ningún sector político -aparentemente- lo discute, a pesar de que Güemes se conserva en bronce y Urtubey de momento no consigue superar los límites del cartón piedra.

Lo que es verdad, y hay que reconocérselo como un mérito, es que Urtubey se ha esforzado en elevarse por encima de «la grieta», y, para algunos incautos, parece haberlo conseguido.

No se sabe muy bien si quienes por estas horas aparecen anotados como candidatos a Gobernador se han buscado o no a estos curiosos aliados. Sería la primera vez en la historia que ningún candidato a Gobernador de Salta encare una campaña proselitista sin criticar lo que ha hecho o dejado de hacer el que se marcha del cargo.

También por primera vez en la historia un candidato a presidente salteño perderá las elecciones nacionales en su propia tierra, pero ganará por aclamación las provinciales, aun sin presentar su candidatura a ningún cargo local.

Pero, como todo fenómeno torcido que se produce en la realidad genera una reacción que tiende a enderezarlo, ya se están produciendo en Salta movimientos bastante consistentes, aunque poco visibles por el momento, cuyo empeño consiste en celebrar unas elecciones provinciales Urtubey free; es decir, no teledirigidas por el actual Gobernador y su monstruoso aparato de compra y venta de políticos con poca cabeza y menos rumbo.

Quienes por el momento están construyendo este silencioso espacio de resistencia y contestación a los abusos de poder de Urtubey se esfuerzan por mantener sus nombres y el de los posibles candidatos en una prudente zona de reserva.

Pero de lo que no caben dudas es que cuando esas identidades salgan a la superficie van a patear el tablero y decir con la voz bien clara que «Salta no es Urtubey ni Urtubey es Salta» y van a convocar a los ciudadanos a apoyar una alternativa real al esquema cerrado de dominación política ideado a comienzo de la década de los ochenta del siglo pasado y llevado a la práctica por Romero y Urtubey, con los resultados desastrosos que de todos son conocidos.

Si esta oferta alternativa tiene o no éxito en su intento, lo dirán los salteños en las urnas. Son las cosas que tiene la democracia, aun la democracia salteña, que es tan particular en muchos aspectos.

Lo que la sola presencia de esta alternativa electoral va a decir es que, con o sin mayorías suficientes, existe en Salta una corriente de opinión cívica que no comulga con la comodidad mayestática de Urtubey, ni está dispuesta a mirar para otro lado frente a los graves problemas sociales irresueltos que Urtubey deja para el futuro, y que piensa que las instituciones deben estar al servicio de los ciudadanos de Salta y no prisioneras de unos intereses que no son, ni de lejos, los de todos los salteños.

Puede que el crecimiento de sus contradictores no inquiete por el momento a Urtubey, pero todo es cuestión de tiempo. Cuando el actual Gobernador asista atónito a la fatal y ancestral ceremonia del desbande (él mismo fue el adalid de la que casi acaba con los huesos de Romero en la cárcel), se pensará muy bien si continuar o no por un camino en el que, para él, ya hay más espinas que rosas.