
Yarade, Romero, Isa, Sáenz, Leavy, David, y algún otro pájaro de cuentas que ha inscrito su nombre en la (por ahora) alocada carrera para ceñirse el maillot de Gobernador de Salta, mantienen incrustados en sus organizaciones a pequeños dirigentes que dicen que apoyan a Urtubey (Posadas, Lara Gros, Godoy y otros de similar estatura), desde las posiciones ideológicas y las ofertas programáticas más contradictorias y variopintas.
Parece que los doce años en los que Urtubey ha encarnado la transfixión de Güemes le han cundido al Gobernador, puesto que hoy ningún sector político -aparentemente- lo discute, a pesar de que Güemes se conserva en bronce y Urtubey de momento no consigue superar los límites del cartón piedra.
Lo que es verdad, y hay que reconocérselo como un mérito, es que Urtubey se ha esforzado en elevarse por encima de «la grieta», y, para algunos incautos, parece haberlo conseguido.
No se sabe muy bien si quienes por estas horas aparecen anotados como candidatos a Gobernador se han buscado o no a estos curiosos aliados. Sería la primera vez en la historia que ningún candidato a Gobernador de Salta encare una campaña proselitista sin criticar lo que ha hecho o dejado de hacer el que se marcha del cargo.
También por primera vez en la historia un candidato a presidente salteño perderá las elecciones nacionales en su propia tierra, pero ganará por aclamación las provinciales, aun sin presentar su candidatura a ningún cargo local.
Pero, como todo fenómeno torcido que se produce en la realidad genera una reacción que tiende a enderezarlo, ya se están produciendo en Salta movimientos bastante consistentes, aunque poco visibles por el momento, cuyo empeño consiste en celebrar unas elecciones provinciales Urtubey free; es decir, no teledirigidas por el actual Gobernador y su monstruoso aparato de compra y venta de políticos con poca cabeza y menos rumbo.
Quienes por el momento están construyendo este silencioso espacio de resistencia y contestación a los abusos de poder de Urtubey se esfuerzan por mantener sus nombres y el de los posibles candidatos en una prudente zona de reserva.
Pero de lo que no caben dudas es que cuando esas identidades salgan a la superficie van a patear el tablero y decir con la voz bien clara que «Salta no es Urtubey ni Urtubey es Salta» y van a convocar a los ciudadanos a apoyar una alternativa real al esquema cerrado de dominación política ideado a comienzo de la década de los ochenta del siglo pasado y llevado a la práctica por Romero y Urtubey, con los resultados desastrosos que de todos son conocidos.
Si esta oferta alternativa tiene o no éxito en su intento, lo dirán los salteños en las urnas. Son las cosas que tiene la democracia, aun la democracia salteña, que es tan particular en muchos aspectos.
Lo que la sola presencia de esta alternativa electoral va a decir es que, con o sin mayorías suficientes, existe en Salta una corriente de opinión cívica que no comulga con la comodidad mayestática de Urtubey, ni está dispuesta a mirar para otro lado frente a los graves problemas sociales irresueltos que Urtubey deja para el futuro, y que piensa que las instituciones deben estar al servicio de los ciudadanos de Salta y no prisioneras de unos intereses que no son, ni de lejos, los de todos los salteños.
Puede que el crecimiento de sus contradictores no inquiete por el momento a Urtubey, pero todo es cuestión de tiempo. Cuando el actual Gobernador asista atónito a la fatal y ancestral ceremonia del desbande (él mismo fue el adalid de la que casi acaba con los huesos de Romero en la cárcel), se pensará muy bien si continuar o no por un camino en el que, para él, ya hay más espinas que rosas.