Por qué Urtubey no ofrece un pacto de gobernabilidad a la oposición en Salta

  • La debilidad de la imagen nacional del Gobernador de Salta se saca chispas con su obsesiva necesidad de ocupar los primeros planos. Esta tensión -evidente, como pocas- ha obligado a Juan Manuel Urtubey a adoptar posturas políticamente extravagantes y contradictorias, como por ejemplo la de mostrarse como un político conciliador con el gobierno nacional y comprensivo con sus errores, mientras que en Salta su ejercicio del poder se caracteriza por la arbitrariedad y el desprecio programado hacia la oposición.
  • But if you want sincerity...

En tiempos en que, por diversas razones, los ciudadanos parecen inclinados a examinar la sinceridad de sus políticos, la pregunta obligada que deben formularse los ciudadanos argentinos es cuáles son los motivos que impiden a Juan Manuel Urtubey intentar en Salta -provincia que Gobierna desde hace un poco menos de doce años- un acercamiento con la oposición política, del mismo estilo, con el mismo tono e idénticas intenciones que el que él intenta con el gobierno de Macri.


Para responder a esta pregunta, hay que tener en cuenta algunos datos:

1) Quedan un poco más de seis meses para que Urtubey deje de ser formalmente el Gobernador de Salta (sustancialmente ha dejado de serlo hace por lo menos un año y medio).

2) Salta está inmersa en una grave crisis, similar (no vamos a decir más profunda) a la que padece todo el país.

3) A pesar de cierta dispersión, la oposición política a su gobierno en Salta está activa y trabajando para organizar el futuro, aunque con una excesiva dependencia de los movimientos políticos nacionales.

4) Muchos de los problemas más urgentes de Salta (no hablemos de los más importantes) se podrían resolver en base a un diálogo abierto y sincero con los opositores políticos.

Es decir que razones para proponer a la oposición la apertura de un espacio de consenso mínimo, tal como ha hecho el presidente Macri, las hay bastante convincentes.

Los tres motivos principales por los cuales Urtubey no se muestra dispuesto a explorar este camino de consenso con sus opositores, son, probablemente, los siguientes:

1) La falta de tiempo. Urtubey prefiere emplear el suyo en su campaña proselitista, simplemente para reforzar su imagen y aspirar, quizá, a un cargo más o menos importante. El Gobernador sabe o debería saber que, por muy buena campaña que haga de aquí hasta octubre, no conseguirá anotar su nombre en la carrera presidencial.

2) Su convencimiento, y el de su selecto club de seguidores, de que su posición política en Salta es «fuerte» y que cualquier intento de apertura al diálogo con la oposición puede ser interpretado como una señal de debilidad. En otras palabras, que cualquier acuerdo con la oposición de Salta no le reportará votos. Y el hombre hoy necesita votos como agua de mayo.

3) Cegado por el personalismo y prisionero de un incurable narcisismo, Urtubey piensa que ninguno de sus opositores en Salta está a su altura. Nadie todavía se lo ha dicho, pero hay algunos (no muchos, por desgracia) bastante mejores que él.

Si después de ejercer durante doce años el cargo de Gobernador (no vamos a decir «gobernar», puesto que no ha hecho cosa parecida en los últimos años), Urtubey se ha convencido recientemente del valor del diálogo en política, lógico es que comience a poner en acción sus nuevas convicciones allí donde tiene una responsabilidad vigente, y no en un ámbito (como el nacional) en el que por su poca implantación no va a aportar prácticamente nada a la gobernabilidad y a la reconciliación. Por estas horas, Urtubey debe de estar maldiciendo su destino, por haber nacido en Salta y no en Córdoba o en Santa Fe, provincias, de largo, muchísimo más influyentes.

En cambio, sí podría aportar mucho en Salta, si se decidiera, y más todavía si la decisión fuese sincera. Mucho me temo que si mañana mismo llama a todas las fuerzas de la oposición para escenificar el consenso, Urtubey probablemente haga un buen, aunque tardío, servicio a los salteños y a la gobernabilidad de sus instituciones, pero después de este escrito, su sinceridad volverá a estar en entredicho, como tantas veces.