A la democracia salteña no solo le falta calidad: también le falta glamour

  • Juan Manuel Urtubey ha pronunciado su discurso ante la Asamblea Legislativa, como si fuera el de un monarca amanerado que anuncia con congoja su abdicación y no el de un Gobernador que termina el mandato conferido por el soberano.
  • Otra oportunidad perdida

No han sido solo su tono melodramático, sus repetidas y cada vez más vacías apelaciones a su «amada Salta», sus requiebros y sus dardos (que sugieren que si alguien encarna la grieta en Salta ese no es otro que él) los que han dado la nota en esta particular reunión. También han aportado lo suyo al espectáculo la presencia de sus parientes más directos en los primeros asientos de una Asamblea, que más que popular y republicana, parecía familiar y monárquica. Se echó de menos en cualquier caso que los integrantes de la familia real salteña no acudieran a su encuentro anual con los representantes del pueblo llano vestidos de gauchos, como les gusta posar para las revistas porteñas.


Solo un complejo de Barron Trump (algo tardío por cierto) explica que el primogénito del Gobernador de la Provincia haya accedido a ocupar un lugar destacado en el recinto parlamentario, recibiendo de las autoridades y empleados de las cámaras un tratamiento tan afectado y meloso que haría enrojecer de furia a la mismísima Princesa de Asturias o a la Duquesa de Cambridge.

Entre esos pequeños «privilegios» se cuenta el hecho de que al heredero se le haya permitido compartir el espacio republicano con su novia, que según se sabe no tiene ninguna responsabilidad ni rango protocolar en el Estado provincial salteño, que era el dueño del baile.

Tampoco tiene ninguna responsabilidad (hablamos en este caso de responsabilidad como sinónimo de culpa) la nueva suegra del Gobernador, una dama a la que le sobra la clase que parece faltarle a su descendencia. Pero esta distinguida señora pudo haber brillado mucho más en la ocasión si no hubiese estado, como estuvo, rodeada de hombres y mujeres de aspecto fatigado, como si los doce años de falsa democracia les hubieran hurtado la alegría de vivir.

Muy mal, muy aislado y silencioso, y sin encontrar lugar en donde sentarse, se lo vio al presidente de la Corte de Justicia, que tuvo que volver a pisar el recinto del cual el año pasado casi sale trasquilado, de no ser porque un puñado de leales evitó a último momento que prosperara el pedido de juicio político en su contra.

Por el contrario, rozagante, junto a su esposa funcionaria, el renunciado juez Abel Cornejo, más tranquilo que los demás, quizá por haberse quitado de encima la losa de un Poder Judicial colonizado por intereses minúsculos.

Está bastante claro que la Legislatura de Salta no es ni el parlamento noruego ni la Academia sueca, pero, en rigor de verdad, nuestros representantes y representantas podrían haberle hecho un pequeño favor a sus representados y representadas si se hubiesen esmerado en estar más presentables y presentablas. Algunos -unos pocos- han logrado estar a la altura, sin dudas, pero una mayoría ha destacado por su desaliño y su desprecio a las formas más elementales del ceremonial del Estado.

Probablemente con el dinero que costó instalar pantallas gigantes de televisión y cámaras robotizadas en la puerta de la Legislatura se podría haber mejorado la dotación de algún hospital o reparado el techo de algunas escuelas que lo necesitan. Pero vamos a sincerarnos: esta no era una Asamblea Legislativa al uso sino la ceremonia de entrega de los Oscars, y había que estar a la altura. La tecnología estuvo impecable, lo que faltó fue una Julia Roberts o un Billy Crystal, que son imposibles de encontrar en Salta.

Lo que no se explica muy bien es la silenciosa quietud del Secretario Electoral del Juzgado Federal Nº 1 de Salta, que debió haber mandado a la Gendarmería Nacional a retirar la simbología y las pancartas de la campaña presidencial del Gobernador de Salta, otra vez intentando sacar hurta de los actos de Estado en los que participa. Por mucho menos que esto, el president de la Generalitat de Catalunya, señor Quim Torra, se ha comido una querella de la Fiscalía.

En suma, que la fiesta de la democracia quedó deslucida por el desánimo y la cara patibularia de muchos de los asistentes, deformada por la presencia de la familia real salteña y arruinada por el discurso plano del Gobernador, que parece haber sido escrito por los guionistas de las telenovelas que protagoniza su mujer actriz, no tanto por el tono melodramático, sino por su elevado nivel de fantasía hollywoodiense.

Tanta fantasía, que al final los dos leones de la entrada al edificio se convirtieron en Simba, el Rey León, porque Urtubey, entre tantas mechas revoleadas al viento, tantos focos y tantas cámaras ansiosas por captar la belleza ausente, acertó a convertir la Legislatura de Salta -supuesta catedral de nuestra democracia- en la factoría Disney.