
Durante el largo gobierno de Juan Manuel Urtubey se llevaron a cabo sentidos y merecidos homenajes a Miguel Ragone, el médico peronista que gobernó Salta entre 1973 y 1974 y que desgraciadamente fue secuestrado y desaparecido en marzo de 1976, pocos días antes de que los militares acabaran con el precario gobierno de Isabel Perón.
A casi todos estos homenajes asistieron el actual Gobernador -Urtubey- y el actual Vicegobernador -Miguel Isa- quienes no pocas veces han ensalzado las virtudes de Ragone, pero que desde luego se han tomado muy poco trabajo en imitarlas.
Cuando las fuerzas del mal secuestraron a Ragone, el ya por entonces exgobernador vivía en su casa de toda la vida, una vivienda sencilla que el desaparecido mandatario mantuvo incluso durante su breve paso por el gobierno de Salta. Ragone estuvo casado toda su vida con la misma mujer y vivía decorosamente de su profesión de médico, sin ostentaciones de ningún tipo, sin que aviones rugientes lo llevaran de un lugar a otro del país, sin darse diques de empresario exitoso, sin renunciar a los sueldos que honradamente ganaba, sin tomar por asalto las portadas de las revistas del corazón y sin vacacionar en los sitios más caros del mundo.
Lo mismo, y quizá más, se pueda decir de Carlos Xamena, el único Gobernador peronista de Salta que pertenecía a la clase trabajadora. Enfermero de profesión, Xamena asumió el gobierno de Salta en 1951 tras la dimisión presentada por el entonces Gobernador Oscar H. Costas. Es verdad que -como Ragone- Xamena gobernó Salta un poco más de un año (Urtubey completará en 2019 doce años seguidos de mandato), pero la brevedad no justifica la austeridad, así como los mandatos desusadamente largos no justifican nunca el boato, la pompa y los excesos mayestáticos de un gobernante republicano.
Los gobernadores militares que hubo en Salta desde 1955 en adelante, que fueron muchos, a pesar de usar de un poder ilimitado, nunca vivieron como príncipes ni reclamaron de los ciudadanos que se les tratara como tales. Desconocidos en su mayoría, con poco arraigo en la tierra, estos gobernadores prácticamente desaparecieron de la historia (con alguna honrosa excepción), aunque hubiesen permanecido en ella si alguno se animaba a ejercer su cargo como si fuera el Sultán de Brunei.
Lo más llamativo de todo, sin dudas, es que ni los mandatos largos -los predestinados a horadar la historia- ni los excesos mayestáticos más repugnantes al sentimiento republicano han logrado hacer progresar a Salta. Nuestra Provincia se encuentra hoy peor que nunca y si revivieran Xamena, Ragone, Durand, Biella, Rovaletti, Aguirre Molina, Ponce Martínez o Spangenberg, se sorprenderían de ver a una Salta tan pobre y tan desigual, mientras su Gobernador se pasea como multimillonario reciente, hablando inconsistencias sobre el futuro del país y mintiéndole a sus ciudadanos sobre los resultados de su gestión en la Provincia.
Ningún gobernante de facto de Salta ha hecho retroceder las libertades tanto como lo ha hecho Juan Manuel Urtubey desde 2007. El elogio de Ragone -además de poco sincero- pudo haber sido producto de un cálculo político, si se tiene en cuenta qué familias en Salta y en qué circunstancias apoyaron en silencioso segundo plano las políticas de exterminio del Ejército y de la Policía desde 1975 en adelante.
A Xamena y a Ragone se los recuerda por haber gobernado a Salta con humildad y transparencia, dos de las cualidades que faltan en nuestro gobierno desde 1995. Ambos cesaron en su cargo por los límites que tenían (el poder federal, en un caso, la Constitución, en el otro). El argumento de que «Salta ha cambiado» con el que se pretende justificar actuales los abusos de poder es tan inconsistente como el de quien dice querer ahora «transformar» Salta con la excusa de que el verbo «cambiar» (especialmente en su conjugación de la primera persona del plural del indicativo) «no le gusta».
Salta se ha vuelto mucho más compleja, es verdad, pero no es la única sociedad del mundo que ha evolucionado en esta dirección. Todas las demás, frente al desafío de la complejidad, han reaccionado limitando racionalmente el poder y redistribuyéndolo inteligentemente, jamás concentrándolo en una sola persona.
Lo que ha habido en Salta en los últimos 24 años es una muestra acabada de lo que puede conseguir la ambición personal enfrentada a una sociedad pasiva y a unos ciudadanos que no demandan ni libertad ni responsabilidad, sino un paternalismo clientelar que se vende a un precio muy alto. Y todo esto, bien vale la pena recordar señores, en nombre del peronismo, el mismo que en su día profesaron dos gobernadores con los pies en la tierra y la cabeza sobre sus hombros, como Carlos Xamena y Miguel Ragone.