El economista boliviano y ‘nuestros países’

  • La visita de un exministro de Economía de Evo Morales deja algunas enseñanzas que los salteños deberían aprovechar, para saber cómo descifrar su futuro.
  • Autarquía económica y xenofobia

Días pasados visitó la ciudad de Salta el señor Luis Arce Catacora, quien supo ser ministro de Economía del gobierno del presidente Evo Morales y que en la actualidad ocupa el más alto cargo en la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos.


El señor Arce fue recibido en Salta por el Gobernador de la Provincia, Juan Manuel Urtubey, ante quien el visitante -al parecer y siempre según la crónica periodística- dijo algo así como que las recetas del Fondo Monetario Internacional son inaplicables en «nuestros países».

Entre las cosas que el economista boliviano dijo en Salta, se encuentra esta afirmación: “Bolivia camina con sus propios pies, no ha importado el modelo de ningún otro país, hacemos las cosas de acuerdo a lo que pensamos los bolivianos y tenemos buenos resultados económicos y sociales”.

No hay que ser muy sagaz para darse cuenta que el mensaje que el señor Arce intentó trasladar al gobernador Urtubey es que la Argentina también debería «caminar con sus propios pies» (cosa que, a su juicio, no estaría haciendo ahora), y que aquí también habrá «buenos resultados económicos y sociales» si hacemos la nuestra y no importamos el modelo de ningún otro país... excepto quizá el modelo de Bolivia, que es -según él- probadamente exitoso.

Vayamos por partes. Si «caminar con los propios pies» es tener a un presidente atornillado al sillón, que se reelige a sí mismo de forma indefinida y que no hace caso al pronunciamiento de sus compatriotas convocados a votar en un referéndum, el paraíso que propone el señor Arce no es muy tentador para la Argentina, un país política y económicamente inestable -bastante menos que Bolivia- pero quizá un poquito más inclinado hacia la democracia y la libertad.

Que el modelo económico, social y político de Evo Morales sea el más adecuado para Bolivia (asunto que está por verse) no quiere decir sin más que lo sea para la Argentina. Ni siquiera para Salta, que comparte con el vecino país muchas características geográficas, culturales y productivas comunes.

Sugerirle al gobernador Urtubey que «camine con sus propios pies» es un poco arriesgado, sobre todo cuando alguien lo hace unos quince días después de que el Gobernador de Salta hubiera despachado a los Estados Unidos a su principal lugarteniente, a buscar las habas que se necesitan para seguir tirando. Es decir, mucha soberanía, mucho latinoamericanismo de pro, pero cuando el dinero escasea, los que lo prestan están en esos países odiosos a los que ningún latinoamericano bien nacido querría parecerse.

Pero siendo esto verdad en un 80 por cien del continente, nunca lo fue del todo en la Argentina. Ni aun en los últimos tiempos, en que se han multiplicado las voces que claman por la unidad continental en torno a ideas o aspiraciones como la rebeldía absoluta frente al «mundo libre». En la Argentina, quiérase o no, siempre hemos sido un poco herejes en este sentido y nos hemos sentido más próximos a los «países odiosos» que a nuestros «hermanos». Y nos ha ido bastante bien cuando lo hicimos.

Es por esta razón que cuando el señor Arce habla de «nuestros países» habría que preguntarse a qué países se refiere y si incluye a la Argentina en su lista, porque la verdad es que aunque tengamos a Bolivia cerca (a una Bolivia muy próspera y muy inclusiva), los de este lado de los mojones siempre hemos querido diferenciarnos de ellos, por la razón que sea.

La metáfora de «nuestros países» es la negación de la América cosmopolita en que vivimos. Es la visión de una América incompleta, acomplejada y discriminadora, que sobrevalora y menosprecia, y que atribuye a sus habitantes «originarios» unas cualidades que los dibujan como seres superiores a los demás de su misma especie. Es el error del nacionalismo supremacista, llevado al plano subcontinental.

Si el señor Arce no ha vuelto al lugar desde donde hace sus negocios, habría que decirle -como en el viejo chiste del lisiado en el zoológico- «deje usted que el león elija». Y por león, no solo entendamos a la Argentina -que su buen derecho tiene a querer seguir siendo cosmopolita- sino también a Bolivia, que quizá esté asfixiada por tanta prosperidad, por tanto bienestar, y lo que necesita realmente es un poco más de libertad.