El excesivo peso de la política nacional en Salta

  • Si de verdad Salta quiere progresar, mejorar la calidad de sus instituciones, evitar los errores y hablar de cosas serias, la única solución es desconectar de Buenos Aires y de su reality show. Por supuesto, sin romper el país.
  • El entierro del federalismo y la autonomía provincial

Algunos políticos salteños se llenan la boca hablando de federalismo y de autonomía provincial, pero a la hora de tomar decisiones valientes y comprometidas, consistentes con los valores que dicen defender, les entra un pánico escénico irresistible, y terminan siendo devorados -con gusto además- por el centralismo.


Al parecer, Salta quiere ser «federal» solo para lo que le conviene (la coparticipación, las regalías, los partidos de Los Pumas, etc.), pero no para otras cosas. Por ejemplo, para tomar sus propias decisiones políticas, muchas de las cuales se adoptan en unos irregulares «consejos federales» (de salud, de turismo, de energía, etc.) que son la negación misma de la autonomía provincial y de la diversidad territorial.

Pero lo que es más grave que todo lo anterior es que en Salta no se mueve una hoja en los partidos políticos locales si los aparatos nacionales así no lo deciden.

Cada líder local, por muy gallito que se muestre frente al centralismo, busca desesperadamente (y generalmente encuentra) un padrino en Buenos Aires, que lo cobija, lo protege y lo inviste de una especie de autoridad superior frente a sus eventuales contradictores locales.

Hace algunos años, las grandes cuestiones políticas de Salta no se resolvían ni en la Plaza 9 de Julio, ni en la Legislatura, ni en la Casa de Gobierno ni en el Club 20 de Febrero, sino en el Aeropuerto de El Aybal, adonde siempre se reunía una nube de pequeños dirigentes comarcales que esperaba a que aterrizara su jefe, trayendo novedades frescas de Buenos Aires.

Hoy ya no son los aviones sino los grupos de Whatsapp los que hacen ese trabajo.

Los viejos peronistas recuerdan como si fuera el no va más de las picardías políticas nacionales la anécdota de un imitador de la voz de Perón, en la década de los cuarenta del siglo anterior, que levantó el teléfono desde Buenos Aires para llamar a Catamarca y decirles a los catamarqueños quién tenía que ser su Gobernador.

Ello sin contar con que el propio Perón (en persona, y no por medio de ventrílocuos suyos) daba órdenes secretas desde Madrid que luego eran cumplidas a rajatabla (o no tanto) por sus asombrados seguidores en la Argentina. Quien no le obedecía para nada -como es bien sabido- era la rebelde y ninfómana Ava Gardner, que desafiaba al líder exiliado llenándolo de improperios vecinales.

Esa cultura de la «orden política» que llega desde fuera y se impone de forma autoritaria sigue vigente en Salta, y quizá ahora más que nunca.

La culpa no es tanto de los políticos locales, sino más bien de la televisión, que muestra a todas horas a ritmo de reality show lo que sucede en la política de Buenos Aires, como si esta ciudad y sus políticos fuesen lo más de lo más en el mundo. Los salteños siguen boquiabiertos el culebrón político nacional y están más pendientes de Comodoro Py que de las clamorosas injusticias que se cometen en el gigante de plomo de la Avenida Bolivia, a pocos metros de sus propias narices.

La verdad es que -siendo bastante pequeños los políticos locales- los de Buenos Aires, que los mandan y los manipulan, son en algunos casos mucho más pequeños todavía. Es realmente inexplicable que los salteños se dejen fascinar y mucho más todavía manipular por personajes de tan escasa talla moral, intelectual y política.

Si de verdad Salta quiere progresar, mejorar la calidad de sus instituciones, evitar los errores y hablar de cosas serias, la única solución es desconectar de Buenos Aires. Por supuesto, sin romper el país.

Buenos Aires asfixia a Salta, pero no con las cuentas ni las políticas sociales sino con esa influencia nociva que ejerce el reality show 24/7/365 que se difunde por los canales nacionales y que ha contribuido al endiosamiento de unos políticos que en Salta no podrían, ni con suerte, ser concejales del pueblo más infame, pero que por el solo hecho de vivir cerca de la Avenida Libertador se creen con derecho a presidir el país.

Por eso, y porque los pampeanos han puesto el listón cada vez más bajo, es que últimamente Salta se ha dado el lujo de exportar mediocridad a la gran pantalla nacional, a donde ha instalado a personajes como Olmedo y Urtubey, que ya no viven en Salta, ni tienen intenciones de hacerlo, porque saben que aunque Dios está en todas partes, la verdad es que solo atiende en Buenos Aires.

¡Pobre país!