
La salud de algunos derechos fundamentales, como el de la libertad de expresión, se puede calibrar en Salta por la actitud que frente a ella adoptan quienes se sienten atacados por la opinión discrepante.
Después de ejercer por más de tres décadas seguidas mi derecho a expresarme en libertad, soy perfectamente consciente de que la opinión sin ataduras, sin sponsors y sin un pensamiento estructurado anterior que la anticipe, produce dos efectos aparentemente contradictorios: por un lado, refuerza la autonomía de quien la emite y, por el otro, desorienta e incomoda a aquellos que son o simplemente se sienten aludidos en algún juicio particular.
El poder está acostumbrado a que se le critique y se le intente erosionar desde posiciones partidarias o ideológicas, pero no se siente tan a gusto cuando la crítica proviene de personas o grupos que van a su aire y que no aceptan fácilmente el padrinazgo político o la tutela ideológica.
En estos casos, el poder reacciona de muy mala manera, como le ha tocado en suerte al presidente del Consejo de la Magistratura de la Provincia de Salta, mi colega el doctor Abel Cornejo, quien un poco cansado quizá de que se ponga en tela de juicio el buen hacer del órgano constitucional que preside ha insinuado que algún grupo que lo critica debiera tramitar, para poder hacerlo, su personería jurídica.
Y claro, como la personería jurídica es algo que solo puede otorgar el gobierno, pretender sujetar la opinión libre de alguien a que previamente haga flamear la resolución administrativa en la que se le reconoce como sujeto de derecho es una forma -velada, pero sumamente eficaz- de represión.
Del otro lado del mostrador se encuentra el llamado Foro de Observación de la Calidad Institucional de Salta (FOCIS), que para sorpresa de muchos, no ha dicho hasta ahora una sola palabra frente a este arrebato autoritario del ilustre magistrado salteño.
Pero la descalificación del FOCIS por parte del juez Cornejo no ha sido solamente jurídica (y llamativa, por cuanto hasta el momento ninguno de los escritos judiciales presentados por el representante procesal de este Foro ha sido devuelto por la Corte de Justicia por falta de personería jurídica), sino que además ha sido sociológica, por llamarla de algún modo.
Según se desprende de la noticia publicada por Aries FM de la ciudad de Salta, Cornejo ha menospreciado la opinión del FOCIS por provenir «de personas que tienen trayectoria de vida». Al juez de la Corte le gustaría -al menos eso es lo que dice él- que las críticas y cuestionamientos al Poder Judicial los hiciera «gente más joven».
Al decir que «en Salta hay cosas que fracasaron y hace falta que la gente joven las discuta», lo que dice el doctor Cornejo (y conste que no estoy interpretando, como hace él) es que quienes fracasaron son los que «tienen trayectoria de vida». Es decir, los fracasados no deben opinar.
Quien estas líneas suscribe acaba de cumplir 60 años, y aunque mi bagaje de fracasos es ligeramente más abultado que el del doctor Cornejo, quien por haber nacido en 1963 tiene todavía cinco años por delante para alcanzarme, sigo empecinado en opinar en libertad, sin más muleta que la insignificante personalidad jurídica individual que tengo desde hace un poco más de 60 años, que por alguna razón que ignoro se convierte en la armadura de coloso cuando se trata de ejercer los derechos cívicos.
Esa libertad es la que hoy me permite solidarizarme con los señores y las señoras que integran el FOCIS, a muchos de los cuales conozco personalmente, y decirles que me parece injusto este tratamiento de «viejos fracasados sin personería jurídica» que se les está dando desde las más altas instancias judiciales de la Provincia.
Entre los miembros de este Foro hay algunos fracasados -me consta- pero ninguno ha hecho tantos méritos en ese sentido como el conjunto de los jueces de la Corte de Justicia de Salta, que no solo están creciditos (solo el doctor Federico Ríos, joven y lúcido integrante del FOCIS, podría, por su edad, ser hijo del doctor Cornejo o nieto del doctor Posadas) sino que tampoco están en una gran disposición moral para decir «¡qué brutos, cómo acertamos con nuestras decisiones!»
Un poco más de respeto -las personas mayores lo merecen- nos ayudará a resolver mejor y más pronto nuestros problemas. Lo cortés no quita lo valiente, y el que ejerce el poder debe estar siempre preparado para soportar las críticas, porque estas van en el sueldo. Pagamos altos salarios no solo para que los magistrados del Estado se den una buena vida sino también para que escuchen a los ciudadanos, aun cuando no tengan razón.
El respeto al FOCIS es y debe ser equivalente al respeto que inspira y se debe al Consejo de la Magistratura. Ahora bien, una vez alcanzado el piso mínimo indispensable de respeto democrático, disfrutará de mayor consideración aquel que mejor cumpla con la ley y de menos quien la transgrede. Así funcionan las cosas en una república en la que la edad de los ciudadanos no es un dato a tener en cuenta en materia de ejercicio de los derechos fundamentales.