
El Gobernador de la Provincia de Salta, prolijo lector de las encuestas de opinión, ha salido rápidamente esta tarde a apoyar (con reservas) las medidas anunciadas por el Presidente de la Nación para intentar conjurar la grave crisis fiscal del país, que ya mismo está teniendo graves consecuencias sobre la economía de las familias y el bienestar general.
Si bien hay que agradecer que Juan Manuel Urtubey no haya sumado su voz al coro que reclama la renuncia del presidente Macri y que veladamente alienta el final anticipado de su gobierno, no se debe olvidar que la situación que hoy aflige a millones de argentinos y ha colocado al gobierno en una delicada situación no es solamente producto de los errores del aparato federal sino también del ejercicio continuado de la irresponsabilidad fiscal por parte de provincias como Salta y de gobernadores como Urtubey.
La cuota de culpa del Gobernador salteño en todo lo que está pasando actualmente es doble: por cuanto a sus doce años de adhesión a las políticas suicidas del gobierno Kirchner debe sumar los casi cuatro años que lleva «acompañando» las malas decisiones del gobierno de Macri. En ambos casos por cálculo electoral y no por convicción.
Urtubey representa ahora mismo al peronismo al que la ciudadanía le atribuye, no solo una gran parte de la responsabilidad en la crisis, sino que también lo señala como una fuerza desestabilizadora o decididamente golpista. Ahora mismo, el Gobernador de Salta no es la persona más adecuada para juzgar las decisiones del Presidente de la Nación y no lo será ni aunque en las próximas semanas reniegue del peronismo, cosa que no hará porque -a pesar de su soprendente facilidad para los cambios de camiseta- el único y último de los cálculos posibles para poder ser candidato presidencial en 2019 pasa ahora mismo por sostener al peronismo como alternativa de poder.
Si la situación de Macri y de su gobierno es incómoda o delicada, según se prefiera, no menos que eso debería ser la situación del gobierno provincial que dirige -cada vez que tiene tiempo y ganas- el gobernador Urtubey. Salta no tiene más culpa en esta aguda crisis porque representa algo menos del 10 por cien del país, porque si las proporciones fuesen otras estaríamos hablando de una responsabilidad mayúscula y difícilmente esquivable.
Urtubey ha llenado a reventar la planta de personal de la Administración del Estado, con amigos, con parientes y con seguidores incondicionales. Al mismo tiempo ha destruido el aparato productivo provincial y ha permitido que quienes trabajan en Salta lo hagan en condiciones lamentables de desprotección y carencia de derechos. No se le puede pedir más, considerando que, además de estas cosas, ha instaurado un sistema fiscal regresivo, poco eficiente y dócil a los intereses de aquellos que tienen una mayor capacidad contributiva.
Con todos estos elementos, no es difícil concluir en que Urtubey no es parte de la solución sino más bien parte del problema, y que sus apelaciones a la «responsabilidad» y el «apoyo» que dice prestar a las últimas decisiones presidenciales forman parte de sus ya clásicas contradicciones estructurales.
En momentos como los que vive la Argentina, la responsabilidad se demuestra con gestos y con hechos concretos y no con palabras. Sobre todo cuando quien pronuncia estas palabras es alguien que ha hecho de la irresponsabilidad y la alegría sus banderas y que ha sumido en la máxima pobreza y en la máxima desigualdad a sus conciudadanos.