Salta debe aprender a vivir con lo suyo

  • El discurso de 'Buenos Aires nos roba' y de que somos la cenicienta desvalida y postergada del panorama nacional ya ha tocado su techo de credibilidad. Es tiempo de pensar en menos burocracia y más ayuda social estructurada y organizada en base a las nuevas necesidades y las nuevas protecciones.
  • Federalismo plañidero
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Da mucha pena ver al diputado nacional Andrés Zottos llorando por los rincones y escucharle denunciar de voz en cuello que el gobierno federal «saquea» a los pueblos, cuando los pueblos a los que él se refiere no producen riqueza ninguna y deben vivir de la que producen otros territorios.


Es tiempo de dejar de llorar y de proclamar que Salta debe vivir ajustadamente de lo que produce y de dejar de soñar -como ahora- con vivir por encima de nuestras posibilidades. Si queremos vivir mejor -aspiración razonable donde las haya-, sencillamente debemos producir más y distribuir más eficientemente.

Sé que la idea es muy simple y que nada más esbozarla asoman ciertas complicaciones, como por ejemplo la parte de la riqueza que produce Salta y que es recogida por el gobierno federal a través de su aparato fiscal. El sistema no es malo de su suyo, pero sí lo es el que la Nación recaude aquí con el celo obsesivo de un perro de presa y luego distribuya lo que corresponde con los criterios aleatorios de una abuela poco generosa y, además, olvidadiza.

Salta debe considerar como propios -y, por tanto, innegociables- los recursos de la coparticipación federal, incluidas las regalías por la explotación del subsuelo, y dejarse de remilgos. Puede negociar al alza o a la baja su contribución a los gastos de la federación o discutir hasta el infinito si debe ser contribuyente o beneficiario neto de los fondos que se dedican a la cohesión territorial. Lo que no puede hacer, como ha venido haciendo hasta ahora su gobierno, es dejarse meter la mano en la cartera, gastar mal, planificar peor, y luego echarle la culpa de todo su desgracia al gobierno federal, como si en Salta fuésemos todos pajaritos con el pico abierto esperando en el nido a que la gran pájara madre nos coloque gusanitos para poder comerlos.

Si no alcanza con lo que producimos para vivir como a nosotros nos gustaría, las soluciones son dos y únicamente dos: o rebajamos nuestros niveles de vida (y lo hacemos equitativamente, evitando empeorar la vida de los pobres, hasta donde sea posible), o producimos más y hacemos crecer esos territorios que actualmente para lo único que sirven es para quejarse y lamentarse de lo mal que han venido viviendo en los últimos 150 años.

El discurso de «Buenos Aires nos roba» y de que somos la cenicienta desvalida y postergada del panorama nacional ya ha tocado su techo de credibilidad. Es tiempo de pensar en menos burocracia y más ayuda social estructurada y organizada en base a las nuevas necesidades y las nuevas protecciones. Sobre todo, tenemos que dejar de hacer ayuda social encubierta a través de la burocracia; es decir, dejar de nombrar a amigos y favorecedores en los puestos de la Administración pública, para que no hagan nada y cobren un sueldo a cambio de nada. Esto ya ha dejado de funcionar en casi todo el mundo, solo que en Salta todavía no nos hemos dado cuenta.

Por supuesto que hacen falta otras reformas económicas que permitan abandonar este esquema de comodidad fiscal que nos aboca al desencanto y al llanto perpetuo. Hace falta, por ejemplo, una reforma tributaria extensa que conecte con la modernidad, un sistema bancario eficiente y ágil que responda a las demandas productivas y que no penalice a sus clientes, una idea clara de la evolución de los mercados de nuestros productos en el mundo y una enorme reforma y actualización de nuestro sistema de formación profesional. Casi nada. Pero si lo miramos bien, tenemos todas las herramientas que hacen falta para acometer estas reformas. Solo falta voluntad y altura de miras, algo que no abunda precisamente en nuestra clase política.

Debemos aprender a convivir con ciertos datos de la realidad como la falta absoluta de competencias para la fijación del precio de los combustibles, el valor de la moneda, el tipo de cambio, el volumen de circulación del dinero, la tasa de interés, el salario mínimo y algunas otras importantes variables de la economía que las provincias no controlan, ni deben controlar. No es un mal que afecte solo a Salta; ni siquiera a la provincias argentinas. Lo sufren enormes y riquísimas regiones del mundo que dependen económicamente de unidades territoriales superiores.

Para todo esto deben trabajar aquellos que, como el diputado Zottos -que lleva más de la mitad de su vida viviendo del Estado- lloran por lo que pudimos ser y no somos, por lo que pudimos tener y no tuvimos, o no tenemos. Hay que saber que llorar da votos; lo que no los da es hacer un humilde llamamiento al trabajo y al esfuerzo productivo, a que abandonemos este sistema en el que aparecemos como unos comodones que esperan que se le dé todo servido y nos liemos la manta a la cabeza y nos arremanguemos para trabajar, porque eso es lo que hace falta y ahora es el momento de hacerlo.

Quien proponga algo como esto, seguramente no ganará las elecciones, pero le hará un gran favor a Salta y a las futuras generaciones de salteños, sin lugar a ninguna duda.

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