Andrés Zottos y la filosofía de las Tortugas Ninja

  • La intervención en la Cámara de Diputados de la Nación del salteño Andrés Zottos ha provocado una riada de comentarios y reacciones negativos. Analizamos aquí algunas repercusiones.
  • Aristóteles en campera de cuero
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No quiero faltarles a la consideración debida a aquellas personas que se han tomado muy en serio el debate de la Cámara de Diputados, pero sobre la intervención del diputado salteño Andrés Zottos lo que me ha llamado la atención no han sido sus argumentos, sino su vestimenta.


En efecto, me pregunto por qué el señor Zottos, siendo senador provincial por el Departamento de San Martín acudía a las sesiones de la Cámara de Senadores salteña con una chupa de cuero (elegantísima, por cierto) y a las de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional va con traje y corbata. No me lo explico, sinceramente.

¿Será que Zottos considera al Senado salteño como una asamblea con menos glamour? Tal vez sea porque sus compañeros de asiento en Salta tienen la piel cobriza, porque hay pocas mujeres entre ellos o quizá porque la mayoría de los senadores y senadoras (a pesar de sus sueldazos) siguen vistiendo -salvo él- como figurines de tierra adentro.

Tal vez sea por la televisión, ¡quién sabe!

En fin, el caso es que -olvidándonos ya de su lado fashion- me han dejado impresionado sus argumentos filosóficos.

Confieso que en un primer momento me sonó un poco ridículo eso de que el derecho a la vida está por encima de la libertad, pero inmediatamente después de que mis mandíbulas recuperaran la seriedad perdida pensé que viniendo el juicio de uno de estos altotes, canosos y además grecochipriota (esta gente si algo entiende es de filosofía) debía tomarme yo esta reflexión muy en serio.

En el mismo momento pensé también en ese otro gran filósofo que es Cosmo Kramer, quien sorprendió a su vecino de puerta al poner en práctica el llamado método Da Vinci para descansar, que consiste en dormir 20 minutos cada 3 horas, y así reemplazar el descanso nocturno. Con su práctica, Kramer pensaba alargar su vida en un tercio, aproximadamente.

Me dio entonces la impresión de que Zottos viene aplicando secretamente el método Da Vinci desde hace varios días para conseguir mantenerse despierto en los debates de trasnoche (es eso o la coca mascada) y que al dormir esas siestas cortitas cada tres horas se quedó con sus facultades intelectuales un poco afectadas, como le pasó al mismo Kramer que se quedó dormido encima de una tal Connie, que lo dio por muerto y pidió a sus amigos de la mafia que se deshicieran de su cuerpo. Kramer, como todos saben, terminó dentro de una bolsa, hundido en las profundidades infectas del East River, aunque consiguió zafarse y salir a la superficie.

Es precisamente lo que no consiguió ayer Zottos, que quedó hundido en el Riachuelo tras citar al insigne artista florentino que pintó a la Gioconda.

Hasta la intervención de Zottos en el parlamento argentino, eran Winston Churchill y Jorge Luis Borges las grandes personalidades con más frases truchas circulando por Internet. Desde anoche tenemos que sumar también a Leonardo da Vinci, aunque mañana quizá, para poner a la vida por encima de la libertad sea preciso descubrir que Rembrandt -que más que a pensar se dedicaba a amarrocar obras de arte en Holanda- también tenía un conmovedor discurso sobre la vida.

Como todo el mundo sabe, no soy griego, ni filósofo, ni de Tartagal. Pero, aun con estas limitaciones, entre funcionales y geográficas, me animo a decir que no hay ni puede haber conflicto entre el derecho a la vida y la libertad, como ha dicho Zottos con el invalorable auxilio de Da Vinci.

Si habláramos de una libertad en concreto, como la ambulatoria o la de expresión, no habría ninguna duda: el derecho a la vida es prevalente.

Pero tratándose de la libertad en abstracto, el derecho a la vida y a la libertad son la misma cosa, participan de la misma esencia. No se entiende el uno sin el otro y el otro sin el uno. Están en el mismo plano, o puede incluso que en planos diferentes, a favor de la libertad. Y si no que se lo pregunten a esos señores y señoras que deciden suicidarse, que ejercen soberanamente su libertad sin consecuencias penales.

En fin, que sin libertad no vale la pena vivir, pues todo se corrompe y degrada. Eso lo saben hasta las señoras más ignorantes de la puna, aquellas que acuden a los tristes hospitales salteños a las tres de la mañana para que se les extirpe un tumor y deben esperar varios meses para ser operadas.

Defender que la vida está por encima de la libertad comporta nada menos que justificar la esclavitud, en nombre de la vida, lo cual es un contrasentido. Pero si lo hizo Aristóteles, ¡qué se le puede reprochar a Zottos!

Digo yo que se podría escribir una tesis doctoral sobre estos dos derechos, pero como no puedo hacer eso ni pintar un cuadro como la Gioconda, vuelvo a mi frívolo argumento central: ¿por qué Zottos iba a las sesiones del Senado de Salta con campera de cuero?

Probablemente -yo mismo me respondo- porque al hacerlo ejerció el derecho que más le gusta ejercer: su libertad. Si alguien le dijera a Zottos que el uso de su campera puede provocar muertes por tumores en la puna y le pidieran que para evitarlas se convierta en esclavo, como aquellos que había en Atenas, importados de Éfeso y Bizancio, ¿qué haría Zottos?

Y vuelvo a responderme: probablemente dormir siestas de veinte minutos cada tres horas, como da Vinci, para eludir -en el caso de Zottos- los tormentos de una vida miserable.

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