
Como en las novelas de espías durante la Guerra Fría -o, peor aún, las que se ocupan de las pintorescas costumbres de la Camorra- la jueza de Personas y Familia de 5ª Nominación de la ciudad de Salta ha dicho en una emisora de radio que «sabe los nombres» de las personas que, según ella, han utilizado en su contra el vídeo en el que se la ve y se la escucha ejerciendo, con natural megafonía italiana, su autoridad irresistible frente a una niña de cinco años y a su sorprendida guardadora.
Hasta aquí, no se sabía que los magistrados del Poder Judicial de Salta elaboraran o dispusieran de una «lista de nombres» de los agentes del mal, y no se entiende que ya mismo los fiscales penales de la ciudad no tengan sobre su mesa la mentada lista, si, como dice la señora Güemes, esta lista negra existe y ella la conoce.
Los más viejos del lugar recuerdan que el último juez de Salta que «tenía listas» hoy está encausado por crímenes contra la humanidad. En democracia no se sabe que ninguno haya tenido las mentadas listas.
De lo que se desprende con claridad de su desesperada defensa mediática -ejercida ante la emisora FM Profesional, entre otros medios- la señora magistrada, creyéndose investida por el nuevo Código Civil de un inverosímil plus de autoridad, se puso personalmente al frente de una diligencia irregular, en ausencia de la defensora de menores competente, con el argumento de que esta magistrada «ya había actuado durante el proceso». Si los profesores de derecho procesal esperaban que alguien les diera la definición perfecta de nulidad de actuaciones, pues la jueza Güemes les ha hecho un favor enorme.
Pero quien realmente «actuó», para las cámaras que la captaban en aquellos momentos y para la Academia de Hollywood, fue la niña de cinco años objeto de la ira de la jueza, que lloró y pataleó como una profesional porque su padre y su abuela la aleccionaron malévolamente en tal sentido. Si se comprueba que la niña fingió su negativa a acatar los educados susurros de la señora Güemes, es obligación de sus representantes procesales llamar inmediatamente por teléfono a Steven Spielberg (o a Matt Damon, ahora que se viene a vivir a Salta) para que la pequeña protagonice la próxima película ganadora de los Oscar.
Se comenta también en los pasillos judiciales que la jueza reaccionó de ese modo tan enérgico (por no decir grosero), porque como buena descendiente de italianos que es, quería demostrar con su potente voz peninsular que, al contrario de lo que dijo recientemente un croata de apellido impronunciable, en la variopinta diáspora de los hijos desterrados de Rómulo y Remo no hay «miedicas».
Si frente a semejante afrenta, un indignado descendiente de italianos peló un cuchillo de carnicero y se lo colocó en la garganta del croata, la jueza no quiso ser menos y con sus gritos (amparados en el nuevo Código Civil) tomó por asalto las portadas de los diarios digitales del país.