Según José Urtubey, el gobierno nacional utiliza el debate del aborto para tapar 'otros' temas

  • La suspicacia infundada de personas como el señor José Urtubey nos revela que todavía hay entre nosotros individuos con plena disposición mental de desafiar a la lógica y al sentido común.
  • Paranoia selectiva

Durante un programa de televisión de alcance local, el dirigente empresario y hermano del Gobernador de la Provincia de Salta ha dicho que el gobierno nacional utiliza el debate sobre el aborto para tapar «otros temas» que, sin embargo no identificó.


La afirmación es sorprendente, por varios motivos.

El primero es la propia envergadura del tema, ya que es altamente improbable que cualquier gobierno, cualquier persona, se anime a internarse en terrenos tan complejos y riesgosos como este, solamente porque necesita ocultar otros problemas.

El debate sobre el tratamiento jurídico que se debe dar a los supuestos de interrupción voluntaria de los embarazos es de ese tipo de controversias que, antes de soslayar o postergar otros problemas, es capaz de sacar a la superficie casi todas las patologías sociales conocidas. Si tenemos en cuenta este detalle y admitimos que fue el gobierno -y no la sociedad- el propiciador responsable de este debate, tendríamos que concluir que estamos ante un gobierno temerario o suicida, según se prefiera.

El segundo motivo, porque quien desconfía de la sinceridad del debate institucional lo que intenta en realidad es intoxicar a sus semejantes con argumentos morales o teológicos sobre el aborto, o, cuanto menos, se esfuerza por desfigurar la reacción del Estado frente a este fenómeno, cuya resolución integral es filosóficamente imposible, toda vez que ninguna de las posturas satisface los intereses en pugna.

El tercer motivo es que el debate sobre el aborto -aun el que excede el acotado marco de la respuesta jurídica del Estado- lejos de aplacar los ánimos, los exalta; lejos de acallar otras voces críticas, las amplifica. A nadie que racionalmente pretendiese desviar la atención de la sociedad sobre lo que está sucediendo en otras parcelas de la realidad se le ocurriría instrumentalizar un debate tan espinoso y tan poco rentable, desde el punto de vista político, como este.

En efecto, si tenemos en cuenta el bloqueo teórico que desde hace años impide alcanzar verdades concluyentes en esta materia, ningún sector podría ser capaz de ganar, ni con el debate ni con su contrario. Solo la suspicacia infundada de personas como el señor Urtubey (José) nos revela que todavía hay entre nosotros individuos con plena disposición mental de desafiar a la lógica y al sentido común.

Aunque esta actitud sea llamativa y hasta cierto punto extravagante en los tiempos que corren, lo que habría que preguntarse es por qué el hermano del Gobernador de Salta intenta ver la paja en el ojo ajeno y no el tronco de eucaliptus en el ojo propio. Quizá sea porque en Salta, su augusto pariente, el Primer Mandatario, no tolera que ningún debate florezca a sus pies. Su perfección personal los hace ontológicamente imposibles.

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