
Como era de esperar, el gobierno de Urtubey no ha tardado ni 48 horas para salir a desmentir la vergonzosa tasa de trabajo en negro en Salta, que ha sido difundida recientemente por el INDEC.
La reacción no es novedosa, puesto que el organismo gubernamental que monopoliza la elaboración de estadísticas oficiales ya se equivocaba antes, con los Kirchner. El que lo haga ahora también con Macri -después de que este le haya lavado la cara y le devolviera seriedad a las mediciones- no es importante para el Ministro de Trabajo de Urtubey, señor Eduardo Costello.
Según la contabilidad laboral nacional, en el segundo trimestre de 2017, Salta es la provincia argentina con mayor porcentaje de trabajo no registrado: . Si bien el crecimiento de esta cifra respecto al periodo anterior es insignificante, el aumento, de un 44,9%, coloca a Salta a la cabeza de la lista de la provincias que más desprecio demuestran por la formalidad laboral.
La cifra revela sin esfuerzo que la solidaridad social en Salta se encuentra seriamente fracturada y que lo está mucho más que en cualquier otra parte del país.
Mientras los feligreses y el gobierno renuevan anualmente el Pacto de Fidelidad -que se supone los hace más cristianos y más caritativos- la solidaridad entre trabajadores, que es en la que realmente se puede apreciar la salud del tejido social parece haber desaparecido.
Pero esta fractura es para el ministro Costello solo una mera apariencia, pues los porteños, así como no conocen lo que son las grandes procesiones ni los pactos de fidelidad renovables, tampoco saben nada de contabilidad laboral.
Para decirlo en términos más claros aún, sus estadísticas son una auténtica porquería.
Mucho mejor son las estadísticas que se elaboran en la Provincia de Salta, en donde -como ha dicho el gobernador Urtubey- «las costumbres son muy diferentes al resto del país».
Y por costumbre, los salteños tenemos no solamente la de contratar a trabajadores semiesclavos sin ningún tipo de protección social, sino también la de tergiversar las estadísticas del mundo del trabajo, para mostrar a los ingenuos que aquí en Salta, además de pactos de fidelidad, rige una justicia social casi perfecta y virtualmente infinita.
Es desde luego curioso que el mismo gobierno que se llena la boca hablando de que lucha contra la discriminación es el que maquilla la realidad para hacernos creer que es muy bueno para la economía que casi la mitad de la fuerza de trabajo empleada carezca en absoluto de derechos sociales, mientras que la otra mitad (probablemente, empleados públicos que nada aportan a la riqueza de la Provincia) sí los tenga. Si esto no es discriminación, seguramente es porque el Sol es el que gira alrededor de la Tierra, y no al revés.
La altísima tasa de empleo informal, no registrado o «en negro» no solo expresa la insolidaridad entre trabajadores o el apetito desmedido de los empleadores, sino que revela también un agudo déficit de la inspección laboral, que depende directamente del gobierno provincial. Si el porcentaje, en vez de disminuir, aumenta, manteniéndose más o menos estables los indicadores que miden la actividad y el empleo, es porque el gobierno -con el gobernador Urtubey y el ministro Costello a la cabeza- no hacen lo que están obligados a hacer.
Tiene muy poca vergüenza el Gobernador de Salta al salir a reclamar más recursos federales para la Provincia, cuando su gobierno tolera que los empresarios y sus trabajadores no pongan el dinero que les coresponde en las arcas nacionales.
Todo ello, sin que resulte necesario acordarnos que quien fomenta la precariedad y las prácticas elusivas de las obligaciones sociales es el propio gobierno empleador, que mantiene a miles de agentes vinculados al Estado a través de figuras contractuales extravagantes (que enmascaran un rampante fraude de ley), negocia los salarios de sus empleados con partidas «no remunerativas» que los funcionarios deciden arbitrariamente si cotizan o no cotizan a la seguridad social y deniega sistemáticamente prestaciones críticas como las relacionadas con ciertas prácticas médicas.
Por increíble que parezca, en el reino doméstico del gobernador Urtubey todavía hay ministros «ciegos»como el señor Costello que siguen firmes en sus cargos y que ni se plantean tener -ni siquiera de forma accidental- un ataque de dignidad que los convenza de que es mejor de que presenten su renuncia de una vez.