'Vóteme, yo conozco sus necesidades'

  • No es la política sino la economía la actividad humana orientada a la satisfacción de las necesidades. En Salta, como la economía prácticamente no existe, la política ocupa su lugar. Los políticos han pasado en poco tiempo de ser estadistas a ser gerentes. Ahora, la obsesión por la distribución los ha convertido en cadetes.
  • Elecciones 2017
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Entre los miles y miles de candidatos que se presentan en Salta y que se disputan un puñado de cargos electivos, la mayoría de ellos escasamente significativos, hay una gran cantidad de «conocedores» o «escrutadores» de las necesidades del prójimo.

Casi todos son negados para pensar en las soluciones (mucho más para ponerlas en práctica), pero de lo que no cabe dudar es que se conocen al dedillo las «necesidades», porque, además, dicen conocer todos los barrios, de habérselos pateados a todos, cual si fueran Google Street View.

«A la vecina de la manzana ocho lote veinticuatro le falta una olla para hacer el locro y grasa pella para los bollos». La gran política de Salta empieza por allí.

Situaciones como estas no se construyen por mera casualidad. En la generalidad de los casos, los «magisters» en necesidades ajenas se forman en cursos acelerados impartidos por los propios «necesitados», que cada vez que tienen la oportunidad de ponerse cara a cara con un político, en vez de decirle: «Mire señor, mi familia y yo padecemos la falta de libertades por culpa de este gobierno», le dicen: «Ay, ¿no podrá usted conseguirme un par de puntales para el rancho? Le viágradecé, ¿no?»

Cada quien, pues, entiende las necesidades como buenamente puede. No todo el mundo tiene por qué saber que el disfrute de las libertades lleva, en poco tiempo, a evitarse la humillación de tener que andar mendigando puntales, ollas de locro o grasa para derretir.

Para ese río revuelto hay miles de pescadores, muchos de ellos solitarios. Otros, como se sabe, operan «en poblado y en banda».

El que presume de conocer las «necesidades» de su prójimo le niega a su vez al contrario tener la más mínima idea sobre la materia. Cada campaña electoral en Salta, más que un diálogo entre sordos, es un match de esgrima entre mancos. Lo que sabe uno el otro lo ignora y viceversa. No hay, por así decirlo, un acervo común de diagnósticos sociales.

Problemas y necesidades tiene todo el mundo: así el político falaz como su cliente. No todo el mundo sabe que la actividad humana encaminada hacia la satisfacción de las necesidades es la economía y no la política, de modo que aquellos que están naturalmente llamados a reformar la economía (a gobernarla y a regularla) para que dé las soluciones y las respuestas que el conjunto de la sociedad espera, en vez de dedicarse a ello, lo que hacen es convertirse en una especie de Carrefour, que se diferencia del original por el hecho de que en la línea de caja, en vez de pedir que el cliente ponga billetes, le piden que meta un voto.

En efecto, la clave de la política en Salta no es la gestión controlada y racional de los intereses divergentes en el seno de la sociedad sino la distribución de bienes y servicios. Es exactamente lo que hace este pobre hombrecito que por un sueldo en el gobierno anda diciendo a los salteños como si fuera una gran cosa: «Conéctese usted a la red de cloacas». Es el mismo señor que les vende a los pobres unas cocinas chinas de altísima ineficiencia energética, engañándoles como pichones y cobrándoles el invento a precio de oro en la factura de la luz.

Hasta hace no mucho tiempo, las personas que sentían alguna inclinación hacia el ejercicio activo de la política actuaban movidas por ciertos ideales (la justicia, la libertad, la solidaridad, la fraternidad). Los que se dicen hoy atraídos por la política tienen más bien un espíritu de reponedores de supermercado, de cadetes. Han nacido para el delivering político, de modo que si consiguen colocar unos cientos de colchones en algunos meses, habrán alcanzado el cénit de su vocación.

El conectador de cloacas (y colocador de anafes a mercados cautivos) no sabe que Amazon puede hacerlo mucho mejor y más barato que el gobierno que le da de comer. Con la ventaja de que el señor Jeff Bezos no va a tener interés en venir a Salta a candidatearse a concejal de la Municipalidad de General Mosconi y de que los ciudadanos no van a tener que pagar un canon de vasallaje perpetuo (en forma de trampa electoral o en la forma que sea) porque un vivillo les venga a enchufar un anafe.