
A nuestro Gobernador le pasa como a Güemes, quien, a pesar de todos los reconocimientos oficiales a escala nacional, sigue siendo un prócer anclado a la tierra que lo vio nacer y condenado, si no al olvido, a una eterna espera. Quizá por esta razón es que Urtubey piensa que con un poco de marketing proactivo va a conseguir sacudirse la pesada etiqueta de «hombre del interior» que porta con una cierta incomodidad.
Pero el «interior profundo de la patria» no parece estar muy dispuesto a renovarle sus títulos. Al menos, en las próximas elecciones.
El panorama pinta negro para Urtubey y más negro que pintará si en octubre el electorado de Salta, el octavo en importancia en el país por su dimensión demográfica, resuelve darle la espalda.
Si el «feudo» no responde como se espera, Urtubey pasará a engrosar la lista de capangas de tierra adentro a los que los ciudadanos retiraron la confianza, precisamente por no ser confiables.
El problema es que Urtubey dejó el listón muy alto, de modo que o gana las elecciones con al menos veinticinco puntos de ventaja respecto del segundo, o su estrella habrá empezado a apagarse, si es que no lo ha hecho ya.
Cualquier otro resultado, incluido un triunfo por los pelos (una victoria «a lo Pirro») sería considerado desastroso para un aparato que se ha gastado millones de un dinero cuya real procedencia nadie conoce en fabricar un «paquete» sin contenido.
La «esperanza blanca» del siempre mal avenido peronismo provincial habita, como de costumbre, en el «norte profundo», los feudos particulares de dos «curillas» como Zottos y Lara Gros, que no solo comparten partido (un partido deshecho, pero partido al fin), sino también una inclinación común por la diaria eucaristía. Mientras los dos calculan sus posibilidades de ser beatificados por el papa Francisco, el que toma las decisiones políticas en la región es un cura de verdad, que sube y baja de los aviones oficiales (se supone que la Iglesia vuela en alas del Espíritu Santo y no en los LearJet de Bombardier) con la misma facilidad de quien ejecuta una función del cuerpo.
¿Y si el norte falla? ¿Y si Sáenz hizo bien en fichar al senador González?
En tal caso, habrá que esperar que el Partido Obrero, afectado por una borrachera de dogmatismo, no repita los resultados de hace cuatro años y que la izquierda moderna y democrática que lidera Edmundo Falú no asome la cabeza para que Urtubey pueda hacerse con un diputado nacional.
¿Podría Urtubey gobernar con una Legislatura que no controla? La respuesta es un sí rotundo. Aunque tuviera a los 83 legisladores en contra, cuenta con el favor de los siete jueces de la Corte, que le obedecen sin rechistar. Así funciona en Salta la exquisita división de poderes en la que de tanto en tanto Urtubey se refugia para escaparse de sus obligaciones, en unos casos, y justificar la tiranía que ejerce, en otros.
Bajo su apariencia intrascendente, las próximas elecciones en Salta pueden sentar las bases de un futuro enteramente diferente. Si no para los salteños en su conjunto, al menos para Urtubey, que puede confirmar en octubre -si es que el voto electrónico lo permite- que, efectivamente, se le ha caído una estrella en el jardín.