Cuando Urtubey habla de Güemes, íntimamente habla de sí mismo

  • El Gobernador de Salta toma un atajo y decide exaltar las virtudes de Güemes mirándose antes su propio ombligo. Dibuja al general gaucho como un ser excepcional, pero en el fondo de quien habla con ardor religioso es de sí mismo.
  • Un caso raro de fervor religioso
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Los castellanos viejos que viven en las proximidades de la Moraña Alta, la comarca fronteriza entre Ávila y Salamanca por donde serpentea el río Tormes, recuerdan que hacia 1562 Santa Teresa de Jesús tuvo una visión en la que se le apareció un ángel que le clavó una flecha ígnea en su corazón.

En el contexto de la religión católica, la transverberación ha sido descrita como un fenómeno a través del cual una persona que logra una unión íntima con Dios, siente traspasado el corazón por un fuego sobrenatural.

Además del de la Ilustre Santa de Ávila, el único caso documentado en la historia de una experiencia mística semejante es el del Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien a falta de ángel y de flecha, sufre una especie de colapso emocional, provocado por una lanza criolla ardiendo que le atraviesa el costado, cada vez que habla de la figura del general Martín Miguel de Güemes.

El esfuerzo místico de Urtubey es incluso más encomiable que el de Santa Teresa, pues la Doctora de la Iglesia no tenía necesidad de exaltar las virtudes de Dios, mientras que el Gobernador de Salta tiene que hacer esfuerzos sobrehumanos -y nunca mejor dicho- para intentar dibujar al general gaucho como un ser excepcional, en todos los sentidos.

Para ello, en vez de zambullirse en los libros de historia (la mayoría de los cuales se refieren a Güemes como a un líder popular con cierto talento militar), el Gobernador prefiere hablar del barbado general como «de una persona que dio la vida por nosotros», como acostumbran a repetir los alumnos de cuarto grado de las escuelas públicas de Salta.

Pero según le han aconsejado sus asesores de imagen, el camino más directo hacia la glorificación es un breve paseo previo por sí mismo. Es decir, que antes de hablar de Güemes, Urtubey se examina de los pies a la cabeza y dice: «para retratar al General solo tengo que hablar de mí, de mis logros y mis conquistas, y si acaso rebajar solo un poco el tono, pues a decir verdad, él no fue más grande que Yo».

A pesar de esta arraigada creencia personal, Urtubey no ha ganado ninguna batalla; no ha tomado por asalto una fragata inglesa encallada en el traicionero río de La Plata; no ha rechazado mil invasiones realistas ni defendido como un león la frontera norte del país. Para menor gloria, nunca fue Urtubey herido de bala en la zona sacra.

Al contrario, las «conquistas» de Urtubey se limitan al matrimonio con una conocida actriz, a la que ya desde lejos se le veía un tanto inquieta por hacer buenas migas con algún político con buenas «medidas» (demoscópicas).

Hoy, cuando el Gobernador de Salta decía aquello de que “Güemes es la clara expresión de lo que significa renunciar a la propia persona para entregarse a una causa más grande”, no hablaba del general gaucho ni de su martirio sino de sí mismo. Al menos, «la causa más grande» a que se refirió el Gobernador no era aquella vinculada a la afirmación de las fronteras de la patria naciente sino la que él se propone abrazar (o quizá ya ha abrazado) con su decisión, a medias confirmada, de que disputará la Presidencia de la Nación en 2019.

Lo que no parece muy «güemesiano» que digamos es que en este empeño, el Gobernador de Salta vaya a renunciar a su propia persona. Más bien correspondería decir que su insaciable apetito de figuración le inclina hacia todo lo contrario; es decir, hacia una exaltación sin límites de su propia persona. Un esfuerzo que deberá recorrer un largo, larguísimo camino: el que separa la mediocridad de la excelsitud.