
Inchon, Corea, 1950. Frank Costanza era el mejor cocinero que alguna vez estuvo al servicio del Tío Sam. A medida que las tropas marchaban hacia el norte, las líneas de abastecimiento eran más débiles. Un día, una pareja de soldados encontró un cajón militar que contenía trescientos kilos de carne de buey de Texas de primera. Al menos, alguna vez fue de primera, ya que la fecha de consumo había caducado tres semanas atrás.
Pero Frank Costanza era arrogante e impetuoso. Pensó entonces que si usaba las especias adecuadas y cocía la carne durante un tiempo largo, algo conseguiría.
Pero el experimento no dio resultado. Frank Costanza fue demasiado lejos y sobreadobó la carne. Había hombres arrodillados por todas partes alrededor del cocinero. Se podían oír las arcadas y los gritos por doquier. El cocinero del Tío Sam mandó a dieciséis de sus propios hombres a las letrinas aquella noche. Eran solo niños.
Frank también era un jovenzuelo, y al fin y al cabo aquello era la guerra. No fue fácil para nadie.
Pero que se lo digan a Bobby Colby. Todo lo que el chico quería era volver a casa. Y lo mandaron de vuelta, pero con un cráter en el colon del tamaño de una chuleta. Tuvo que viajar sentado sobre un corcho durante las dieciocho horas que duró el vuelo de regreso.
El papel de Frank Costanza es interpretado en la realidad por los asesores de imagen de Urtubey. Éste, a su vez, asume el papel de la carne podrida en la historia. Los salteños son Bobby Colby y el resto de los soldados del batallón, intoxicados por la audacia del cocinero.
Árbol que crece torcido jamás su rama endereza.