
Las declaraciones del Ministro de Gobierno de la Provincia de Salta en las que afirma que el gobierno se ha fijado como objetivo para las próximas elecciones «posicionar a Urtubey a nivel nacional» revelan hasta qué punto el grupo que monopoliza el poder en la Provincia de Salta es capaz de manipular instituciones públicas -como las elecciones populares- para alcanzar objetivos puramente personales.
Los salteños deben reaccionar del modo más enérgico posible ante lo que aparece como un intento desembozado de arrebatarle a los ciudadanos el instrumento de expresión y de participación democrática por antonomasia para ponerlo al servicio de una obsesión de poder que solo beneficiará a una sola persona y que no solucionará ninguno de los problemas que afligen a los salteños.
Un funcionario que anuncia que se propone ganar las elecciones «como sea», no solo anticipa que es capaz de tener comportamientos y actitudes antidemocráticas sino que también reconoce que es un pésimo perdedor.
Las elecciones son un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de un gobierno con miras tan cortas y objetivos tan pedestres como este. Pensemos mejor que si Urtubey no ha conseguido «posicionarse» hasta ahora a nivel nacional, ni con los millones que lleva gastados en operaciones de imagen, ni con su traición al kirchnerismo, ni con su matrimonio con una actriz, ni con sus coqueteos con el macrismo, ni con sus prolongadas ausencias de Salta, no lo conseguirá manipulando las próximas elecciones ni las que vengan después.
Los salteños ya comprenden que la «proyección nacional» del Gobernador en nada beneficia a Salta. Que si Urtubey se ha olvidado de las necesidades y los dramas cotidianos de sus gobernados, aun cuando está vigente su mandato como Gobernador, el eventual ejercicio de un cargo electivo nacional lo alejará aún más de Salta y de su cruenta realidad.
No son los salteños los que deben «invertir» en el posicionamiento nacional de Urtubey. No son los salteños -al menos los más sensatos y responsables- los llamados a colocar a un personaje frívolo y con unas dotes de gobernante más presuntas que reales en cargos nacionales de alta responsabilidad. Quien debe hacerlo es el propio interesado, con sus propios recursos; y, si lo tuviere, con los de su partido. Pero como Urtubey no tiene un partido que lo acepte ni ha conseguido hacer pie en un terreno tan resbaladizo como la política nacional, espera que sean los salteños los que hagan este trabajo.
Si ya es irresponsable y ridículo reconocer que alguien admita en público que el gobierno persigue un objetivo tan indigno como este, es mucho más grave -y hasta se podría decir que suicida- prestarse al juego inmoral que propone el gobierno. En las elecciones de este año y en las que vendrán, los salteños deben elegir a sus representantes de forma sosegada y transparente, pensando en su futuro, en sus familias y en el bienestar del conjunto social, y no en los próximos puestos de alguien que solo persigue el poder como la razón misma de su existencia. Ni la política, ni la ciudadanía ni las elecciones están pensadas para cosas como estas.
Debemos tener en cuenta que Urtubey no será candidato, de modo que el pretendido «posicionamiento» solo puede venir de la mano de una operación de maquillaje de los resultados, que se atisba en el horizonte. Y tenemos que ser capaces de defender las elecciones como un mecanismo esencial de la democracia y no como un instrumento al servicio de la ambición personal de nadie.