
La reacción presidencial es sumamente cuestionable. Para empezar, porque de un Presidente se espera una «condena» (una reprobación expresa) y no un «repudio», que no es nada más que un simple rechazo.
Preocupa más, sin dudas, que el suave repudio presidencial tenga por objeto la «violencia como método»; es decir, aquel ejercicio de la violencia que se hace costumbre como forma de obrar o de proceder.Muy grave el ataque a la residencia de la Gobernadora Kirchner. Repudiamos la violencia como método, siempre.
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) April 22, 2017
El Presidente debió haber repudiado (o, mejor aún, condenado) toda forma de violencia, no solo la que se emplea «métódicamente».
La razón es obvia: la «violencia ocasional» es tanto o más dañina que la «metódica».
Pero hay además otra razón, llamémosle, política: la violencia como método es, por definición, la que ejerce el Estado en forma legítima. El presidente no puede lanzar repudios generales a los métodos violentos; es decir, que la violencia como método es repudiable «siempre» (lo que debe entenderse «en todos los casos»).
El Presidente está obligado a aclarar que deja fuera de su censura a los «métodos» que emplea el único sujeto que es capaz de emplear la violencia, con derecho para ello: El Estado.