Reunión entre Rodríguez y Villada: Distintas formas de humillar al visitante

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Entre el Ministro de Gobierno y el presidente del Concejo Deliberante de la Municipalidad de Salta hay una diferencia política bastante importante: el último fue elegido democráticamente por el voto popular; el primero no.

Esta es una razón para que, en caso de que se produzca un encuentro entre ambos funcionarios, quien disfruta de una precedencia protocolar pero al mismo tiene una menor legitimidad democrática tenga ciertos gestos de cortesía que deberían ser naturales, pero que a la vista de la foto que ilustra estas líneas no parecen serlo tanto.

La buena educación indica que no se ha de sentar al invitado en un sillón de confidente, mientras el anfitrión se sienta en su mesa de trabajo diario, rodeado de sus teléfonos y sus pantallas. Es intimidante y humillante.

Las mismas normas no escritas dicen que el dueño de casa debe procurar recibir a su invitado en una mesa apartada de su escritorio normal y sentarse en una silla o en un sillón idéntico al de su invitado. Cualquiera sea la forma y el tamaño de la mesa o la disposición de los sillones, si se trata de una reunión de solo dos personas, estas han de procurar no sentarse frente a frente, de modo que todo el lenguaje corporal del uno quede a la vista del otro.

Así como no debe haber control escénico, tampoco debe haber control visual de ningún tipo.

Mala educación también es recibir al invitado con un mate, un yerbero y un termo sobre la mesa. No convidarle es ya un insulto.

Si nos fijamos en la foto oficial del encuentro entre el señor Juan Pablo Rodríguez (Ministro de Gobierno) y el señor Ricardo Villada (presidente del Concejo Deliberante) veremos que el primero no ha cumplido ninguna de las normas de buena educación de las que hablamos.

Normas entre las que, por supuesto, no contamos la vestimenta inadecuada (la de Rodríguez, pues Villada siempre viste bien) y el escandaloso color mango de las paredes de la oficina del ministro, que parece inspirado en una pesadilla tropical de algún pintor de brocha gorda después de una borrachera con caipirinha.

No necesitamos enumerar los objetos que afean la mesa del ministro, como la multitud de controles remotos, o el llavero, cuya ubicación en la mesa da entender que el funcionario recién llega a su trabajo o que tiene pensado largarse de allí en cualquier momento.