
La misma comunicación señala que con la autorización de pago librada por Sáenz es la respuesta del gobierno municipal al interés de estos trabajadores que habían pedido la agilización de los expedientes correspondientes, y un «reconocimiento» a los agentes jubilados, que «estuvieron sin recibir respuesta alguna durante la gestión anterior».
El palo para Miguel Isa coincide con el anuncio de una nueva entrega, por parte del ahora Vicegobernador de Salta y antes Intendente Municipal de la ciudad, de unos treinta pares de anteojos, a personas «desfavorecidas».
Entre una actitud y otra hay una sutil diferencia jurídica: Sáenz cumplió con una norma que le obligaba a pagar; Isa regaló sus anteojos (que no son suyos, por supuesto) sin norma legal alguna que lo ampare, que lo autorice o determine de forma objetiva y transparente de qué forma se selecciona a los posibles beneficiarios «vulnerables» de estas donaciones.

En el primer caso, el jubilado municipal experimentará un sobrio agradecimiento de tipo «republicano»; en el segundo caso, el niño o la niña con anteojos nuevos se acordará toda su vida del funcionario bonachón que le regaló sus primeros anteojos. Un agradecimiento «clientelar», que seguramente será continuado con una prótesis dental dentro de algunos meses o de otras maravillas de la ortopedia moderna.