
Oscar Parrilli, exjefe de la inteligencia nacional, ocupa estos días las principales portadas por su papel -dudosamente digno- de sparring verbal de la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Lamentablemente, desde que la exmandataria se dirigió a su subordinado llamándole «pelotudo», la credibilidad de Parrilli anda por los suelos. Pero esta circunstancia -que imaginamos transitoria (hablamos de la subordinación, no de la pelotudez, que suele ser permanente)- no obsta a que las palabras del funcionario no sean tomadas en cuenta en la lid política.
En esas acaloradas conversaciones telefónicas, Parrilli ha calificado al Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, en términos muy poco constructivos: «Era un kirchnerista exaltado y se transformó de un día para el otro, pero él le tendrá que rendir cuentas a su gente».
Nada de la frase puede sorprender a los salteños, excepto el uso del pretérito imperfecto del verbo ser («era»), en lugar del pretérito perfecto simple («fue»).
El tiempo verbal elegido por Parrilli -imaginamos que cuidadosamente- da a entender que Urtubey «era» algo (o lo «estaba siendo»), y que en cualquier momento podría volver a serlo, pues la acción de ser («un kirchnerista exaltado») aún no se ha agotado completamente en el tiempo. Si Urtubey no fuera aún un poco (o mucho) kirchnerista, correspondería haber utilizado el siempre contundente «fue».
No sorprende a los salteños ni el carácter exaltado de la militancia kirchnerista de gobernador Urtubey, ni el disfraz que forma parte estructural de su vestuario. Su discurso actual no resiste el peso de las hemerotecas; su imagen, menos. De allí que Parrilli, y muchos otros, hablen de una «transformación de un día para el otro».
Es decir, que un día Parrilli se acostó con un Urtubey kirchnerista a ultranza y se levantó al día siguiente con un Gobernador deskirchnerizado, como por arte de encantamiento. Solo quienes no están muy convencidos de ser lo que son pueden obrar de esta manera.
Una especie de esquizofrenia política, pues mientras Urtubey dejaba de ser kirchnerista en cuestión de horas, sus aliados kirchneristas en el gobierno provincial se mantenían firmes en sus cargos y cada vez con más poder. De hecho, hoy mismo, el Vicegobernador de la Provincia -un kirchnerista declarado- le dedica al gobernador Urtubey un nauseoso panegírico en el mismo diario que atacó de forma feroz al Gobernador hasta finales de 2015.
Finalmente, advertir en el Gobernador de Salta un cierto carácter «transformista», nada aporta al debate. Porque lo que no sabe Parrilli y probablemente no sepa Cristina Kirchner, es que el joven que supo patinar por los pasillos de la Cámara de Diputados de la Nación luciendo en la solapa un carnet «progresista», en realidad provenía de las filas más ultras de la derecha nacional católica. O sea que el disfraz ya venía de antes, y que Parrilli no ha descubierto que la Tierra gira alrededor del sol.
Tan ciego está Parrilli a los descubrimientos de Galileo y Kepler, que su pronóstico de que Urtubey «tendrá que rendir cuentas ante su gente» es doblemente errado: 1) porque Urtubey jamás ha rendido cuentas ante nadie; y 2) porque tampoco existe «su gente», ya que los salteños -acreedores de las cuentas- no son de propiedad de Urtubey, ni de Parrilli, ni de Kirchner.