Alianzas electorales, oposición y 'alternativas reales' en Salta

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Un grupo de políticos locales agrupados alrededor del diputado nacional Miguel Nanni ha salido esta semana a negar cualquier posibilidad de que el capítulo salteño del macrismo vaya a conformar una alianza electoral con el peronismo gobernante a fin de sostener candidatos comunes en las próximas elecciones legislativas.

El argumento central de los macristas es el de que los salteños demandan en las próximas elecciones una «alternativa verdadera» al gobierno y que tal alianza, de concretarse, anularía esa posibilidad.

Visto a la distancia, dejando a un lado otras complejas consideraciones, el argumento parece inobjetablemente democrático.

Pero no lo es, lamentablemente.

Una alternativa real o, lo que es lo mismo, unas elecciones verdaderamente competitivas no son aspiraciones compatibles con el nivel de complicidad que actualmente exhiben los gobiernos de Urtubey y de Macri.

Si el macrismo quisiera de verdad erigirse en una alternativa al gobierno de Urtubey no bastaría con elaborar un programa electoral diferente ni llevar en sus listas a candidatos que no sean, a su vez, candidatos del gobierno.

Mientras Urtubey siga identificado con el macrismo y éste no se decida a poner límites claros y estables al apoyo, siempre sospechoso, del Gobernador de Salta, no existirá alternativa real alguna, por más que un grupo reducido de dirigentes se empeñe.

Como las alternativas reales no se construyen de la noche a la mañana, es preciso que estos dirigentes que se han manifestado tan abiertamente contrarios a una eventual alianza electoral con Urtubey, empiecen por ejercer la oposición política de un modo efectivo. Pero no una oposición coyuntural, esporádica y aislada, sino un movimiento consistente y estructurado que impugne una por una las políticas del gobierno y ofrezca otras, más serias y eficaces, en sustitución.

No se puede ejercer la oposición política en Salta sin al mismo tiempo reivindicar para sí los espacios institucionales que está previsto deban ser ocupados por la oposición. Pretender erigirse en 'alternativa real' y tolerar al mismo tiempo el «acordeón político» que permite que los lugares reservados a la oposición sean ocupados por el Partido Renovador, por el Frente para la Victoria o por el Frente Plural constituye una contradicción mayúscula.

Una oposición -base de una 'alternativa real'- no solo debe tener un programa legislativo para dos o tres diputados, sino un proyecto integrado de gobierno. No solo nombres de recambio sino ideas y programas, racionales y coherentes, que puedan tomar el lugar de las fracasadas políticas (más bien correspondería llamarles «ocurrencias») del gobierno de Urtubey.

Quizá Nanni y sus inconsistentes aliados puedan probablemente ofrecer nombres, pero difícilmente un proyecto serio para transformar a la Provincia en un territorio auténticamente democrático, orientado por ideas modernas e innovadoras y vertebrado por aspiraciones compartidas de libertad y de justicia.

En el fondo piensan, como lo hacen otros, que si Urtubey llegó a donde llegó sin programa y sin ideas, ellos también lo pueden hacer, y que solo es cuestión de esperar. Pero no es eso precisamente lo que desean los salteños que sueñan con una alternativa real y con elecciones auténticamente competitivas.

El peso de la historia

La situación que se plantea alrededor de la convergencia de Urtubey con el macrismo y la más que presunta incompatibilidad de esta con las aspiraciones de los valedores locales del gobierno nacional no es nueva ni mucho menos.

Los salteños vivimos algo bastante parecido en 1986, cuando el entonces Gobernador de Salta, Roberto Romero, desde unas insólitas posiciones ultraperonistas, se erigió en azote del gobierno del presidente Raúl Alfonsín, mientras que un grupo de salteños -entre los que había muchos radicales, como Nanni, y un puñado de peronistas no romeristas- luchaba contra los delirios del gobernador/empresario y defendía las políticas sociales de Alfonsín.

Mientras esto sucedía, Romero, bajo la mesa, recibía enormes apoyos del gobierno de Alfonsín, algunos de cuyos ministros -con Antonio Troccoli a la cabeza- fueron los auténticos sostenes del gobierno de Romero, que de no haber sido por ese decisivo apoyo nacional se hubiera hundido en la miseria de sus profundas contradicciones.

31 años después, ya no es Troccoli sino Rogelio Frigerio quien encarna -y al parecer, con menos complejos- esta especie de hermafroditismo político del gobierno nacional.

Si de verdad el diputado Nanni y su coro de aliados pretenden hacerse oír con voz propia, va siendo hora de que empiecen a señalar con claridad los límites de la cooperación entre Macri y Urtubey, porque de lo contrario no solo no habrá 'alternativas reales', sino lo que habrá será una operación política encaminada a perpetuar a las oligarquías gobernantes y a blindar sus privilegios.