En Salta gobierna el Samec

Desde que el Gobernador de la Provincia resolvió emprender viaje a los Estados Unidos -hablamos del pasado día martes 21 de febrero- resulta casi imposible encontrar en Salta a un funcionario con rango igual o superior al de subsecretario trabajando en su despacho.

Si dejamos de lado a ese puñado de funcionarios que están enganchados a su teléfono celular y que tuitean incluso desde los baños de las estaciones de servicio, cuando se hallan camino de las playas más soleadas, se podría decir que durante estos días en Salta no ha habido un gobierno político, sino una mera dirección administrativa de los asuntos del Estado.

En algunas áreas, incluso, es tan notoria la espantada de los funcionarios que determinados asuntos han quedado directamente en manos de los oficiales de guardia del servicio 911 de la Policía de Salta y de los paramédicos del SAMEC (el servicio público de ambulancias).

No hay una explicación razonable para este fenómeno de ausencia virtual del poder, como no sea la socorrida apelación al mal ejemplo del Primer Mandatario, que se pasa semanas enteras esquivando sus responsabilidades, en beneficio de una vida más relajada, pero, sobre todo, más glamourosa.

Sin embargo, en el caso puntual que nos ocupa (la ausencia de poder político en los pasados siete días) la explicación debe buscarse en la derogación de facto de la Constitución provincial y en la sustitución del régimen republicano que instaura por la monarquía del dios Momo.

Durante el carnaval salteño podrían ocurrir grandes cataclismos, que el gobierno se declararía automáticamente incompetente debido a la entronización de la deidad que personifica al sarcasmo, las burlas y la agudeza irónica.

Si algo se mueve en el carnaval -además del capital intangible que todos conocemos en forma de «luz, color y alegría»- esto son las ambulancias del SAMEC y los patrulleros de la Policía, que si por ellos fuera también se plegarían al viva la pepa generalizado, pero no pueden hacerlo por razones que son bastante obvias.

En otras palabras, si durante estos días de vacaciones políticas se le ocurriera visitar la Provincia a un dignatario extranjero, la máxima autoridad disponible para recibirlo no tendría mayor rango que el de Oficial Ayudante (con suerte) o el de ambulanciero.

Lo que recuerda mucho a aquella anécdota de los años cuarenta que relata la visita de un importante ministro del gobierno nacional a la casa de gobierno de La Rioja. Una vez llegado al lugar y al no encontrar al Gobernador, el ministro preguntó a los ujieres cuándo podría verlo, a lo que le respondieron con desusada solemnidad: «En unos minutos. El señor Gobernador ya baja». Pero el ministro, en lugar de creerse la excusa alzó la mirada para comprobar que la casa de gobierno tenía una sola planta: «¿De dónde va a bajar el Gobernador, si este edificio tiene un solo piso?», dijo a los recepcionistas. Y ellos le respondieron: «Va a bajar de la higuera, en donde se encuentra comiendo higos».