
Si hace unas semanas fue Molinos -escenario del tradicional Festival del Poncho- ahora le ha tocado el turno a Cafayate, en donde por estos días soplan aires de serenata.
Da la impresión que si ciertos pueblos lejanos no celebraran estos jolgorios, los ministros de Urtubey no aparecerían por allí ni de casualidad. Solo la posibilidad de disfrutar de varias jornadas de asueto mental y de alegría, con cargo a los presupuestos del Estado, parece inclinar a los ministros a salir de la comodidad de sus despachos.
Pero como la conciencia moral no ha desaparecido del todo, algunas almas caritativas -que las hay entre los ministros- suelen presentarse a los lugares a donde van a disfrutar de los espectáculos (y los bebestáculos) con un atractivo portafolios de obras, subsidios y promesas varias, que antes de que se desate la cacharpaya suelen extender prolijamente sobre un paño verde.
Hace aproximadamente un año, en Orán no había un festival de música en sentido estricto, sino un concierto de mosquitos de gran porte en Re mayor (solo hay conciertos en La menor en El Bordo) que infectaron a una buena parte de la población. Allí se presentaron los mismos ministros (o casi los mismos), pero en medio del drama que vivían los oranenses lo hicieron sonrientes, parapetados detrás de gigantescas gafas de sol y luciendo bíceps de gimnasio en manga corta; es decir, como una especie de burla a los oranenses -presuntamente débiles- a quienes la divina providencia castigó con el dengue por no ser de la capital, ¿viste?
Decir que el calendario de reuniones de gabinete sigue las fases lunares de los festivales y las chupingas sería un poco aventurado. Más sensato es decir que una y otra cosa marcha de la mano, hasta el punto de hacer sospechar que quien gobierna Salta no es Urtubey sino el Chaqueño Palavecino, o Abel Pintos, quienes al fin y al cabo son más seguidos y admirados -hasta por los propios ministros- que el desorejado y desacompasado Gobernador de la Provincia.