
En contra de lo que se proponían sus impulsores, el retiro espiritual de Rosario de la Frontera ha transmitido a la sociedad la imagen de un gobierno débil, disperso, urgentemente necesitado de nuevas ideas y herramientas que le permitan acercarse a la realidad.
Con su retórica vanguardista, el Gobernador de la Provincia no ha hecho sino confirmar que la era del gasto público descontrolado y de la magnanimidad gubernamental es cosa del pasado. Que si antes se podía tapar con dinero los baches formativos y morales de sus funcionarios, ahora, cuando el dinero escasea de modo preocupante, se ven los agujeros por todos lados.
Por eso, la solución es una parada técnica en boxes. El gobierno está en «stand by» hasta que sople ese ansiado «second wind» que le permita otra vez retomar el vuelo.
Pero ese empuje que demuestra el Gobernador -una fuerza mermada por el lógico desgaste de su figura por efecto del mero paso del tiempo- no es correspondido por la tropa. El estado mayor de Urtubey muestra signos de fatiga que son inocultables.
En estos momentos, el Gobernador de la Provincia está pagando a un precio muy alto su osadía de prescindir de los políticos en las tareas de gobierno y de haberlos reemplazado por un grupo de fieles entusiastas, aficionados a los juegos de poder, pero sin capacidad política. El General comienza a sentir el frío que se propaga en la soledad del laberinto.
Tarde es ya para volver a darles a los políticos el lugar que debieron ocupar antes. Y tarde también es ya para ensayar con nuevos cuadros, porque el «ejército de reserva» está diezmado. Al menos el romerismo cuando enfrentaba un escenario similar hacía desembarcar en Salta a unos personajes de cuarta, pero a los que acostumbraba envolver en una nube de romanticismo setentista, que los hacía aparecer venerables.
A Urtubey solo le queda mendigar para sostener el aparato financiero del Estado, pagar los sueldos y poco más. La obra pública está condicionada a que el gobierno de Macri ponga el dinero que se necesita, y sin dinero para otras cosas, pues ya se sabe.
Cuando Urtubey deje el gobierno, quien lo sustituya en el cargo no solo encontrará la caja vacía de valores y los discos duros borrados. No habrá cabezas con ideas y esto es peor que no tener dinero o información en los discos duros.
Pero Urtubey saldrá mejor de lo que ha entrado. Con vida nueva, sin preocupaciones económicas en el horizonte y con la satisfacción personal de haberle disputado a Juan Carlos Romero, con armas legítimas, el título oficioso de «sultán». Si para que todo esto sea posible de una vez es necesario que el gobierno permanezca en «stand by» durante tres años, pues habrá que hacer el sacrificio.