Urtubey lanza la 'temporada de verano' en Salta

Cuando el gobierno de Salta anunció hace algunos días que se preparaba para la «temporada de verano», todo hacía sospechar de que hablaba de las vacaciones de sus funcionarios en los paraísos fiscales, o los chapuzones de los empleados menos afortunados en las piscinas (o «natatorios», como se les llama también en Salta) que gestiona la Municipalidad.

Pero no; de lo que hablaba en gobierno con esta expresión tan festiva es de que se prepara para las hambrunas, las inundaciones, los deslizamientos de tierra, los cortes de ruta, los diluvios tropicales, los descarrilamientos de trenes, las enfermedades y otros desastres que se producen en una parte importante del territorio salteño, a donde el gobierno llega normalmente cuando los pobladores ya tienen el agua hasta el techo.

Claro que se podría haber llamado a este despliegue de recursos «plan de contingencia estival» o algo por el estilo, pero que el gobierno reconozca que parte de los salteños vive al filo del riesgo, climático, ambiental, sanitario o alimentario, sería contrariar sus propios principios, así que nada mejor que llamar a esta medida de guerra con el nombre de una plácida convocatoria al descanso vacacional.

Las contingencias de la «temporada» incluyen no solo los males que Diosito y la Pachamama nos mandan para que aprendamos a portarnos bien, sino aquellos trastornos que suelen provocar la «mano del hombre» y «la mano de la mujer», para hablar en términos de estricta igualdad de género.

Hablamos de los excesos del carnaval, de las borracherías, los accidentes de tráfico provocado por conductores alegres antes y después de los bailes, de las palizas a mujeres (algunas mortales) y de un sinfín de desarreglos que, si le preguntan al Gobernador de la Provincia, diría que pertenecen al «acervo» cultural de esta tierra.

Pero aunque estas tragedias estén previstas, el gobierno las da por descontadas. Es decir, se limitará -en abril o en mayo- a contar las víctimas por un lado, y la recaudación de las taquillas de los bailes y festivales, por otro.

Hablamos también del éxtasis pirotécnico, que cada vez llena menos las salas de espera del servicio de quemados y la guardia de traumatología y más las de los psiquiatras, incluidas las que de los que se dedican a cuidar de la salud mental de los perros.

Temporada de verano también es el paso del rally Dakar, la más formidable agresión medioambiental con fecha fija en el calendario que sufran Salta y su entorno. Aquí el gobierno se limitará a contarnos cuántos policías saca a las rutas, cuántos países verán por televisión los diez segundos por año que tres cerros desconocidos salen en las pantallas, y cuántos espectadores que nunca han visto una moto de competición se acercan a las banquinas, pero nunca lo que sufre nuestro ecosistema con semejante despliegue de locura motorizada.

Es decir, y resumiendo, una «temporada de verano» que se viene con todo.