
No han dado sus frutos los coqueteos de Urtubey con un puñado de intendentes recelosos con el FPV ni tampoco los contactos con algunos gobernadores que le han prometido su amor pero con la boca pequeña y a un futuro incierto. La campaña de posicionamiento nacional -en la que se inscribe su reciente matrimonio civil con una conocida actriz de televisión- ha dado unos réditos más que modestos.
Si el objetivo es evitar la catástrofe y que un batacazo en las urnas lo apee prematuramente de la carrera presidencial, la única solución para Urtubey es pegarse a Macri, a quien -sorprendentemente- las cosas le están yendo mejor de lo que los más pesimistas auguraban hace casi un año.
Aunque Urtubey se dé el porrazo de su vida con el naufragio casi inevitable del voto electrónico y el negocio termine con un divorcio escandaloso con sus actuales sponsors, no hay señales en el horizonte que indiquen que Urtubey vaya a enfrentarse al macrismo en 2017.
Los legisladores nacionales que responden a Urtubey -todos ellos rabiosos kirchneristas hasta que se murió el perro- anuncian que «en nombre de la concordia y la superación de los enfrentamientos» van a dar apoyo parlamentario a Macri. Extraño asunto, porque los mismos legisladores alentaron hasta hace muy poco, de forma muy activa y visible, la división y las querellas con la oposición cuando el país era gobernado con manga ancha por la señora Cristina Kirchner. Entonces no había -al parecer- necesidad de unirse con el diferente. Ni siquiera se lo podía tener en cuenta.
Pero lo que quieren Urtubey y sus incondicionales no es favorecer una gobernabilidad pacífica en la que nunca creyeron, o propiciar una reconciliación entre los argentinos que no les conviene, sino simplemente evitar caer derrotados en unas elecciones populares. Las buenas intenciones son solo una pantalla para ocultar ese deseo tan vehemente de eludir una catástrofe anunciada.
Pasada la escaramuza verbal con el dentista José Cano, Urtubey y todos sus ministros son ahora más macristas que hace solo una semana. Porque de Macri -y también de Cano- depende que el año que viene Urtubey pueda acudir a inauguraciones de algunas obras y pasear allí gratuitamente a sus candidatos, como lo viene haciendo desde hace ocho años. El modus operandi será el mismo; la chequera será, sin embargo, de otro.
Sin las obras financiadas por el gobierno nacional, Urtubey no tendría nada para mostrar; excepto una Provincia quebrada, con indicadores socioeconómicos calamitosos y una administración al borde del colapso demográfico. Macri y solo Macri es la tabla de salvación para alguien que solo quiere salvar los disfraces del incendio, aunque el fuego devore todo el teatro.
En los próximos meses veremos cómo Urtubey estrecha más las filas con Cambiemos y también cómo, llegada una fecha clave, en los primeros lugares de las listas de candidatos a diputados nacionales habrá un o una romerista. También veremos cómo el gobierno provincial sigue desplegando cortinas de humo, como por ejemplo la propaganda de sus «métodos» para evitar las muertes por desnutrición infantil, los cursillos de media hora para concienciar sobre la violencia de género, la hiperactividad de las feministas que disfrutan de un sueldo público y las alabanzas desmedidas a los sistemas de educación y salud pública.
A este panorama hay que sumarle la posibilidad, cada vez más cercana, de que se desate un serio conflicto internacional a causa de la pésima resolución por parte del Estado salteño del crimen de las turistas francesas. En tal caso, no habrá Macri que valga y Urtubey deberá por fin poner la cara y asumir la responsabilidad que a su gobierno le cabe en el desvío de la investigación y en las interferencias con el trabajo de jueces y peritos.